Manuel Orestes Nieto: un hombre y una historia
El poeta panameño Manuel Orestes Nieto, galardonado en dos ocasiones por la Casa de las Américas, comenta brevemente sobre su obra.
Por Indira Ramírez Elejalde
Recuerdo que mi primer acercamiento a la obra poética de Manuel Orestes Nieto,[1] premio Casa de las Américas 1975, fue involuntario. Inmensa fue mi sorpresa cuando tres años después de que pusieran en mis manos El cristal entre la luz,[2]como parte esencial de mi evaluación final en una de las tantas asignaturas que cursé durante el tercer año de la carrera de Filología, me encontrara, en función de jurado del Premio Casa de las Américas, al autor que fue durante muchos días, para mí, razón de desvelos.
No pude contener mi satisfacción y además de presentarme ante el escritor le hablé acerca de la reseña que había escrito sobre su antología poética. “Dame la reseña, que quiero leerla”, fueron las palabras que aquel neovanguardista panameño me dijera tras preguntarme si había sido decepcionante por fin hallarle un rostro al nombre de Manuel Orestes Nieto.
Recuerdo que una sonrisa se dibujó en los rostros de ambos y el motivo por mi parte fue reconocer que tras la autoría de Poemas al hombre de la calle (1970), Diminuto país de gigantes crímenes (1975), El país iluminado (2001), entre otros poemarios, estaba la figura de un hombre sencillo y hablador.
Leer El cristal entre la luz me acercó de manera diacrónica a la poesía y a la poética de Manuel Orestes Nieto. La vasta compilación de prosa y verso me indujo el recorrido a través de páginas vertiginosas y me adentró a un mundo donde las palabras eran capaces de expresar más que imágenes: sentimientos y sensaciones. La obra constituye el enlace entre un siglo xx casi finalizado y el comienzo de un siglo nuevo, donde los temas y la estructura de su poesía se diversifican y evidencian la transición hacia la madurez poética.
Entre los atractivos del libro se encuentra la exquisita combinación de temas que van desde lo social y político hasta lo fantasioso, lo histórico y sentimental. En la mayoría de los poemarios se evidencia el trasfondo político desde una perspectiva de denuncia: es la poesía puesta al servicio de una República que trataba de recobrar su identidad perdida y de fijar una cultura propia.
“Me gusta el título que escogiste para la reseña”, me dijo Nieto para completar la idea de que desde su perspectiva “Por favor: que mi mañana no haya pasado” era uno de los versos dentro de su gran obra que podía resumir todo lo expresado dentro del libro. Nos sentamos en uno de los asientos de la institución y hablamos durante algunos minutos sobre el impacto que para muchos había tenido su poesía. No me había equivocado al juzgar que Orestes Nieto era ante todo un poeta comprometido con su sociedad, pues, como él mismo llegó a confesarme, toda la literatura recogida en esa antología gravitaba sobre un tema: Panamá.
“Cuando un país ha estado ocupado durante todo el tiempo que lo estuvo el mío, y se es testigo de esta situación, resulta difícil no comprometerse a reflejar las contradicciones coloniales y el daño social que se va produciendo en el mismo”. No obstante su reconocida condición de poeta, Nieto quiso aclararme un asunto en el que había insistido en muchas ocasiones:
“Es muy fácil tener una posición política, una apreciación socio-histórica de la realidad de un país, pero cuando se está usando el instrumento de la literatura se tiene que hacer literatura, no un panfleto político, y eso abundaba mucho en Panamá. Trataba en todo momento de cuidar el lenguaje, de no salirme de los linderos de la literatura para poder ser incluso más eficaz en esa poesía social, histórica, anticolonial y de compromiso que yo defendía”.
Leía motivado la media página que abarcaba la reseña. Había sido publicada en el suplemento literario “El tintero” perteneciente al periódico Juventud Rebelde. “Me parece bien, Indira”, me dijo aquel hombre de mirada serena. “Captar la esencia de una obra como El cristal entre la luz, que abarca tantos poemarios, tantas ideas y diversos modos de ver un mismo asunto, en ocasiones puede resultar muy complicado”.
Con Diminuto país de gigantes crímenes, Orestes Nieto obtuvo en 1975 el Premio Casa de las Américas. Para él, según me expresó, fue asumir un nivel de compromiso y responsabilidades altísimas. “En el ámbito nacional ya poseía un premio de literatura, pero aún así con el Premio Casa hay una sorpresa para la juventud, para mi país y de manera internacional. El libro cabalga sobre los grandes momentos de recuperar e integrar el país y por eso creo que se abrió paso. Han pasado cuarenta años desde aquello”.
Nuevamente en 2010, la Casa le abre sus puertas, pero esta vez para otorgarle el Premio “José Lezama Lima”, una de las distinciones más importantes, pues reconoce el trabajo de casi toda una vida. Cuando le pregunté qué había significado para él el Premio Casa, me explicó que siempre había sido parte consustancial de su existencia. “Con el Lezama Lima reconocieron el desarrollo de mi poesía, el largo arco poético que presenta la antología. El primer Premio Casa lo obtuve con el libro de un joven muchacho que se abría camino, el segundo premio fue a través de una antología que rinde cuentas de cuarenta años de escritura”.
Antes de finalizar nuestro encuentro hablamos de Cuba. Me pude dar cuenta de que Orestes Nieto estaba más cerca de mi país de lo que imaginaba. Quizás antes pensaba que solo Casa de las Américas lo unía de manera inseparable a mi tierra. Descendiente de padre cubano que emigró a Panamá en los años cuarenta del siglo pasado, decidió contraer matrimonio con una cubana. En la actualidad, con un hijo nacido en Cuba que al igual que él comparte dos nacionalidades, Nieto se siente apegado a esta isla, a los familiares y amigos que tiene en el país. “Muchos de mis amigos poetas, escritores, músicos y pintores están aquí en Cuba, estamos solo a dos horas de avión, así que yo me siento como en casa”.
A pesar de que nuestro encuentro fue breve, al menos por algunos minutos disfruté de la compañía de un hombre para mí admirable. Su poesía me mostró el Panamá del que poco sabía y su presencia alimentó mis ansias de relacionarme con grandes nombres dentro de la literatura de nuestra América. Haber reseñado El cristal entre la luz quizás fue en ese tiempo una experiencia desgastante, pero no me arrepiento. Gracias a ese esfuerzo pasado tuve la oportunidad en el presente de conocer y relacionarme con Manuel Orestes Nieto, un símbolo de resistencia y libertad poética.
[1]Manuel Orestes Nieto nació en la Ciudad de Panamá en 1951.
[2] Premio Honorífico de Poesía “José Lezama Lima”, Casa de las Américas 2010.