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Cuba en la selección oficial del festival Visión du Reél

Por: Antonio Enrique González Rojas

En los terrenos del cine ensayo —más comúnmente clasificado como cine experimental— la fílmica cubana tiene actualmente uno de los más significativos impactos en los predios internacionales, con recientes galardones obtenidos el pasado año por el realizador Alejandro Alonso en prestigiosos festivales DOK Leipzig (Alemania) y Mar del Plata (Argentina). En el primero —y más antiguo certamen de documentales de Europa, ya con sesenta ediciones— Alonso obtuvo el Premio de la Crítica FIPRESCI con su obra El proyecto (2017), además de participar con una segunda propuesta: Duelo (2016), que poco después obtuviera el premio al Mejor Corto Documental en el referido Mar del Plata además del lauro al Mejor Cortometraje y el Premio Interrreligioso en el Festival del Popoli (Florencia, Italia)

Estas dos obras, además, han integrado indistintamente las selecciones oficiales de otros eventos como el francés Cinema du Reél, Las Palmas Film Festival (Islas Canarias), Documenta Madrid, el Bogotá International Film Festival, el Rencontres Internationales du Documentaire de Montréal (Canadá), y Visions du reél (Nyon, Suiza), a donde regresará Alonso este año con una nueva obra, intitulada Metatrón (2018), que estará nuevamente optando por galardones oficiales del 13 al 21 de abril próximo.

Esta breve pero intensa pieza discurre por dos líneas discursivas principales, bordando la primera el más eminentemente fílmico y sempiterno dilema de la representación del “otro” (personaje) desde la óptica del “yo-creador”; además de la nunca completamente pasiva postura de este “otro”, enfrascado en estrategias y procesos de auto elaboración-auto recreación ante la mirada ajena. La segunda línea, centrada en Ernesto, el protagonista, va sobre la más existencialista, humanista y mística sublimación-disolución del ego en la creatura, que viene a sustituir idealmente el superyó o superego freudiano como estrato superior del aparato psíquico. Suerte de resonancia del accionar de la deidad creadora, del demiurgo inagotable quien deriva de sus entrañas infinitas todos los sujetos y objetos del Universo panteísta.

Mientras, el propio título reta las perceptivas, en tanto dicho término es una madeja semiótica que define fundamentalmente al arcángel mediador entre Yahvé y los ángeles Rafael y Gabriel, o sea, la voz de Dios. También definido por esoteristas talmúdicos como el “Yahvé menor”, poder cuasi homólogo al Todopoderoso. Entonces, el realizador pudiera asumirse desde la secundariedad del mediador, deviniendo amanuense audiovisual —nítidamente tangible en la diégesis de la película— de los mensajes que necesita emitir el sujeto registrado, por su particular trinidad cámara-ojo-subjetividad.

A su vez, tal subordinación no implica pasividad, ni mucho menos el engañoso “objetivismo” del documentalista, sino que el realizador es un ente activo liberado del arcaico e iluso altar de la omnipotencia representacional-discursiva. Se rejerarquiza al revelar y confesar su status de obligatorio dialogante con un sorprendente interlocutor lúcidamente empoderado, participante perenne de la construcción minuciosa de su imagen, ya que, a partir de una iluminación personal, epifánica, asume al cineasta como canal para transmitirse, expandirse y representarse acorde sus intereses. De ahí la constante apelación de Ernesto al realizador que lo filma, instruyéndolo en todas sus dinámicas: desde los manejos más técnicos del foco de la cámara, hasta su reluctante voluntad de que sea su gestión en proceso —consistente en un misterioso proyecto—, el protagonista del material, y nunca su rostro o su personalidad. Negación/oblación del yo en beneficio del superyó ya transmutado en obra ergo legado.

Desde los testimonios y argumentos del personaje, Alonso transita como autor, del registro documental a la pura alegoría. De la imagen registrada a la imagen lírica. O mejor: de la imagen a la imaginación. Constituye así la documentación más estricta una etapa inicial de acercamiento al interlocutor filmado, que va siendo paulatinamente reformulado y redimensionado hasta alcanzar un status de entelecheia aristotélica. La singularidad se expande en una idea, se consagra en un propósito que termina predominando hacia el clímax de la película, urdido con abstracta y pura belleza.

 

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