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Yuli ha sido la sensación

Por: Rafael Lam

La película Yuli, basada en la vida del bailarín Carlos Acosta, ha sido la sensación del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. La expectativa venía desde hacía algún tiempo; se trata de una estrella del baile que llegó a la cima mundial de la danza. Detrás de ese triunfo hay angustias, sacrificios, sorpresas y una vida dedicada al estudio.

No por gusto, la película ya venía precedida de galardones y elogios. Acosta había recibido el “Queen Elizabeth II Coronation Award”, otorgado por la Academia de la Danza del Reino Unido, por ser “una fuente de inspiración para bailarines de todo el mundo”.

El guión de Paul Laverty fue premiado en el Festival de Cine de San Sebastián, España.

Todos sabíamos que disfrutaríamos de una película digna de verse, porque, además de tratarse de una figura célebre, es la vida de un artista, vale decir un mundo lleno de complejidad unido a una personalidad peculiar, un prodigio artístico.

Carlos Acosta es el artista y su medio, su vida se desarrolla en una de las etapas más difíciles de un país con serias limitaciones económicas, en medio de un “Periodo Especial” que es historia. Las circunstancias que lo rodearon influyeron más aun en su entorno familiar.

Pero, aquí va lo socio-antropológico: ¿Hasta dónde un artista con talento y voluntad puede alcanzar la cima? Es cierto que para ser artista hay que tener el talento natural y la correspondiente dosis de esfuerzo, además del apoyo de maestros. Pero, ¿cuándo es exactamente el momento en que el artista da ese salto para alcanzar el triunfo final?

Eso entra en el misterio del arte y los artistas, quienes hayan estudiado la vida de los grandes creadores, quedan en ese misterio insondable. (Por cierto, hay muy poco escrito sobre las teorías de los artistas). Los sabios de la cultura dicen que si importante es lo que le damos al hombre, más importante aún es lo que ese hombre lleva dentro. Quienes estudian la vida de los artistas saben que al hombre se puede llegar a conocer hasta un determinado momento, hasta una medida. Hay una zona de silencio, de misterio insondable.

Los griegos de la antigüedad aseguraban que el arte y los artistas son como un remolino que va dando vueltas y, en un momento dado puede devenir en un inesperado e impredecible huracán.

Por ese motivo, nunca se sabe hasta dónde puede llegar un artista en su formación. Carlos Acosta es un caso similar al de Benny Moré, su madre le decía que nunca sería nada en la vida. Y Benny se convirtió en el símbolo de la música popular cubana.

Carlos Acosta, como Benny Moré, tenían antes, lo que llamamos en Cuba: “La tarea del indio”. La dura tarea de vencer todos los contratiempos. El color de la piel, el medio marginal en que crecieron, los conflictos entre los padres (en el caso de Benny no hubo padre de crianza). Y, contra viento y marea, contra todos los pronósticos, tanto Carlos como Benny, llegaron más lejos que lo que pudieran imaginar.

Me dice un crítico de la danza que Ramona de Saá (Chery), tan bien interpretada por la actriz Laura de la Uz, en ocasión del primer concurso que gana Acosta en Europa, no se contaba con presupuesto para el pasaje. Ramona puso su palabra como crédito diciendo que ella pagaría el pasaje, a la vuelta. Entonces le preguntaron ¿con qué dinero pagaría?, y ella dijo que pagaría con el premio que alcanzaría Carlos. La profesora tenía luz larga, así son los grandes profesores.

Algo que llama la atención de quieres disfrutan el filme, es el hecho de que el padre de Carlos fuera tan agudo en sus planteamientos, a pesar de ser un simple chofer. Eso lo sabe el propio Carlos y, habría que leer el libro biográfico Sin mirar atrás, para comprobar si la película se acerca a la realidad. Existe la sabiduría popular, existe la inteligencia natural, habría que ver.

Con relación a la película, muchos consideran que le sobran quince minutos de baile, para darle más velocidad, a la manera de una vida documental. Hay que ver qué dice la crítica al respecto.

De cualquier manera, es una película que hay que analizar y cuestionar inquisitivamente para aprender más aún. Yo opino que la película puede convertirse, como un Buena Vista Social Club de la danza; que levante el arte del ballet que siempre ha sido de minorías, a un despegue masivo.  La película es eminentemente popular, como es en esencia su actor principal.

Antes de la presentación de la película Yuli, en el cine Yara, Carlos Acosta estaba solo sentado en la escalera del lobby, y me senté a su lado, aunque no había visto la película, lo felicité por sus éxitos, y me dijo “esta es una historia de muchos jóvenes, de muchos artistas que se verán reflejados en el filme. Los caminos del arte no son caminos de rosa. Esto lo he hecho para ofrecer mis experiencias de lo que debemos conocer sobre la vida de un artista”.

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