Iván Giroud: “Su voluntad y compromiso resultaron decisivos para hacer un festival que quedará para la historia”
Por: Yoel Almaguer de Armas
En la esquina de esta foto está Zita Morriña. Casi nadie le decía así. Los buenos amigos y quienes la conocían en el trabajo la llamaban por Toti.
Era una mujer muy rápida, ágil en lo que hacía, y muy inteligente. Además del español, hablaba muy bien el idioma inglés, francés e italiano, y tuvo el honor de ser asistente de Tomás Gutiérrez Alea, Juan Carlos Tabio, Enrique Pineda y Manuel Pérez.
Dice Iván Giroud, presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que conoció a Toti a principios de los años ochenta en el equipo del propio Festival.
“En aquel piquete que acampaba sus oficinas en el lobby del Hotel Nacional. Entonces aun no pensaba yo ser parte de aquella tropa. Más tarde— ya en el ICAIC— la encontré en el séptimo piso, era entonces la jefa de despacho de Julio. Alfredo regresó, y ella dejó aquel despacho del 7mo piso y se fue por un tiempo a la productora”.
En el año 94 volvió para ayudarlo en aquel Festival hecho a seis manos. “A partir de entonces compartimos trabajos, viajes, vacaciones, fiestas, risas y depresiones. Cuando Alfredo salió del ICAIC, Toti se convirtió en nuestra directora de programación. Luego Anita enfermó y se nos fue. Años complicados llegaron después. Hubo rupturas y distanciamientos. Pero un día tuve que volver al frente del Festival, y en ella encontré todo el apoyo para tirar adelante nuestro proyecto”.
Iván pensó que Toti no estaría en la celebración de los cuarenta años del Festival por culpa de su enfermedad radical. “Pero su voluntad y compromiso resultaron decisivos para hacer un festival que quedará para la historia”.
El cuerpo de Toti fue cremado, y como último homenaje, sus cenizas estarán mañana, de diez a once, en la Casa del Festival, desde donde organizó cada año y llevó a cabo ese evento cultural.