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Memorias del cine

Ovni en San Antonio de los Baños hace 70 años

Por: Rafael Lam
Leyendo algunos artículos de Luciano Castillo y Arturo Agramonte, me
entero de que en los inicios de la década de 1950, en el pueblo del trovador
Silvio Rodríguez, San Antonio de los Baños se hablaba de Ovni y se hacían
cosas de cine artesanal entre muchos de los jóvenes.
Cuando eso, Silvio ya se había enfrentado por primera vez a un
micrófono público en una feria del pueblo. A instancias de su madre, en la
Placita de San Antonio de los Baños, canta el slogan del anuncio comercial de
la brillantina Gravi. A su vez, gana por votación unánime el premio del
concurso radial para aficionados Buscando estrellas, donde demuestra una
sorprendente musicalidad.
San Antonio de los Baños –me explica uno de sus historiadores-, cada
cual inventaba su mitología. Un chico de solo catorce años, de apellido
Quevedo fabricó un cohete para viajar a la luna por Quevedo, aspiraba a ser
ingeniero espacial.
Otro personaje con un elefante de cartón como mascota en el patio de la
casa. Los vecinos le seguían la cuerda. Después de un duro aguacero el
elefante colapsó.
Ovén Pérez profesor de Física de la Secundaria Básica, inventor de un
puente portátil para cruzar la inundada Calle Ancha cuando llovía
copiosamente.
En las madrugadas los fantasmas recorrían las calles con sábanas
blancas y sobre las tres de la madrugada, algunos de esos fantasmas iban a
beber cerveza a los bares.
En esas noches de terror, de techo en techo pasaban gente vestidos del
diablo o de Batman después de las comidas; formando un alboroto masivo. Y

en la madrugada bajaban a todo meter, jinetes sin cabeza, en carretones tirados
por caballos, por la Calle Ancha (la avenida principal). El carretón venía
envuelto en llamas con pencas de guano encendidas.
A principios de 1950, no era raro escuchar, en la radio o leer en los
grandes periódicos, noticias relacionadas con testigos que afirmaban haber
visto cruzar el cielo y dejar enigmáticas huellas de su rastro en determinados
parajes, artefactos luminosos que terminaron por ser llamados Objetos
Voladores No Identificados (Ovni) en el poblado de San Antonio de los Baños,
a unos 36 kilómetros de La Habana, aterrizaría una de las naves
extraterrestres. Su origen no era precisamente del espacio sideral.
La gente estaba entretenida con los viejos episodios de ciencia ficción
Flash Gordon y Buck Rogers protagonizados por el actor Buster Crabbe.
En esa época, en la cartelera del cine local aparecen uno tras otro los
estrenos de películas de un género de anticipación de moda: Destino: la luna
(1950) de Irving Pichel, El enigma de otro mundo (1951) de Christian Niby y
Howard Hawks, El día que paralizaron la tierra (1951) de Robert Wise,
Cuando los mundos chocan (1951) de Rudolph Maté y se anunciaba la
filmación de una versión cinematográfica por Byron Haskin de la novela de
H.G. Wells La guerra de los mundos.
En el pueblo existían dos astrónomos que estudiaban los astros con sus
telescopios y compartían sus experiencias con decenas de seguidores. A nadie
podía sorprender, por supuesto, que en 1953 un joven de la localidad diseñara
y construyera un cohete para viajar a la luna.
Los participantes en todo ese movimiento relacionado con los OVNI y
cohetes espaciales eran gente conocida en el pueblo: el Dr. Bienvenido Díaz
Milián, Jesús Mejías, Sirio Suárez y Rafael Lauzán quien años después
resultara el Historiador del municipio.
Se gestaba un Movimiento Cultural con jóvenes creadores Octavio
Collazo Evelio Hernández, Pedro Rodríguez García “Peroga”, René de la
Nuez, Simón Goldteig, Artemio y Ángel González “Tobita”.

Para todos estos objetivos, se empleaban cámaras de 8 mm y hasta
llegan a conseguir una de marca Keystone para cine.
Con una de esas cámaras de 8 mm, silente, filmaron en blanco y negro
una cinta de 20 minutos de duración que abordaba la llegada a la Tierra en una
nave de una criatura procedente de Marte y su persecución hasta ser destruida
por varios científicos. Confeccionaron un robot de cartón pintado de aluminio.

Denominaron la empresa Producciones Cruz. Transcurrieron siete años para que el grupo fuera bautizado como Agrupación Pro Cine Ariguanabense (Apca).

La cifra de participantes llegó a unos ochenta y seis miembros.
Todo eso enfebrecía la imaginación de los novelistas, directores de
televisión, músicos y demás creadores a explotar ese filón publicitario. La
gente estaba cansada de películas de tiroteos en el oeste, gánster y guerras
bélicas. Es así como un grupo de aficionados al cine de San Antonio de los
Baños (todavía no existía la Escuela Internacional de Cine) decidió filmar sus
primeras cintas de argumento con el título El invasor marciano (1952), escrita
y dirigida por Vicente Cruz y Osvaldito Ordaz, Eulalio Cruz de con 32 años,
uno de los pioneros en películas de ficción del cine de amateur cubano.
Según la imaginería popular fomentada por los fabulosos cuenteros,
todas las madrugadas, mientras el diablo recorría las azoteas de las casas,
paseaban por las calles fantasmas que discutían con los noctámbulos, mientras
carros endemoniados, envueltos en llamas, tirados por caballos soberbios y
jinetes sin cabeza, bajaban por la Calle Ancha del pueblo, como alma que
lleva el diablo.
Platillos voladores en los terrenos de la Ciudad Deportiva
En esos tiempos, entusiasmado por esa moda de los extraterrestres,
existía un programa muy popular en la televisión que había debutado con éxito
desde el 26 de junio de 1954 y se llamaba Mi esposo favorito (versión de I
love Lucy) de los Estados Unidos, y en la que la actriz principal era nada
menos que Rosita Fornés en el pináculo de su fama.
Patrocinado por la cerveza Cristal y La Tropical, conciben con la idea
del director de televisión Joaquín M (Melgarejo) Condall, guionista y

productor del programa un show especial para el 28 de diciembre (Día de los
Inocentes). Planean un soberano espectáculo por control remoto desde los
terrenos de lo que hoy es La Ciudad Deportiva (en construcción en 1954),
donde aterrizaría una supuesta nave interplanetaria. Le llamaron “Operación
Inocente”.
Se diseñó un platillo de plástico con armazón de madera. Consiguieron
globos gigantescos que lanzaron al aire tempranito en la mañana. A la actriz
principal la vistieron con traje espacial, de amianto y armamento de
juguetería. Un operador de sonido se encontraba dentro de la nave para
ambientar el espectáculo con la banda sonora de los filmes Marabunta y El
choque de dos mundos.
El gran show comenzó a las 12 del día cuando se concibe la salida de la
nave de Rosita Fornés con su ametralladora de mentirita, acompañada de
Armando Bianchi, los humoristas Herminia de la Fuente, el gordo Rogelio
Hernández y la modelo Martica Vélez (iniciada en el cabaret Tropicana),
llamada “La meneíto”.
Para el acontecimiento enviaron un comando élite, la Sección de Radio
Motorizada de la Policía Nacional. Algunas de las autoridades estaban
anunciadas, otras no.
Más de quince mil asistentes se reunieron en la explanada, la curiosidad
y el morbo incitaba al gran público tan fantasioso. Fue necesaria la
incorporación sucesiva de nuevas unidades de la policía para acordonar el
área del platillo frente al público y emplazarse frente al misterio del platillo
volador.
Una vez que se parapetaron los militares. Finalmente Rosita Fornés,
con sus acólitos, fue detenida. La famosa artista exclamó: “No somos
delincuentes”; y la sangre no llegó al río: La gente, al final, expresaba: “¡Se la
comieron esta gente de la televisión!”.

El suceso inspiró al compositor Rosendo Ruiz Quevedo para componer la canción Los marcianos” (chachachá de los inocentes). “Los marcianos llegaron ya, / y llegaron bailando chachachá/”.

Seis años después, la más famosa orquesta de Cuba La Aragón concibe
el disco Me voy para la luna (chachachá de Pepé –con acento en la é-
Delgado, arreglo de Richard Egües), RCA Victor, 1960, LPD 520. La portada
del disco es un golpe publicitario: los integrantes de la orquesta están vestidos
con sobretodos, sombreros, maletas, bozal para pescar. Richard Egues y Lay
juegan a las “damas”, Pepe Olmo tiene un bozal para la pesca, el pianista
Pepito Palma lleva su maleta. Aparecen sentados, ansiosos, agotados de la
espera para poder entrar al cohete que está de fondo. Quién diría que nueve
años después el hombre llegara a la luna.
Donde primero se presenta el nuevo disco es en la televisión, en los
espacios más reclamados. El disco se vendió como pan caliente, era el gran
momento de la Aragón:

Yo quiero pasar la luna de miel
Con mi único amor
Que llevo en mí ser
Y viajaremos a la luna
Para vivir en paz
Voy a descansar de tanta ambición
Vamos a vivir sin preocupación,
Allí seremos muy felices
En nuestra soledad
Luna de miel en la luna
Quién se lo iba a imaginar
No voy a buscar fortuna
Solamente voy a amar.
Coro:

Me voy a casar
Me voy a embarcar
Yo me voy
Para la luna.

FUENTE:
Carlos Bartolomé, Los musicales de la Radio y la Televisión en Cuba (1950-
1958), En Vivo, 2019.
Testimonios de Pedro Rodríguez García (Peroga), Agramonte y Castillo.

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