Tulio Raggi: un gran artista de la animación
Por: Maya Quiroga
Fuera del concurso oficial de la 42 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano de La Habana, se exhibió bajo el rótulo de Cinemateca Latinoamericana
el documental Tulio Raggi, de la fantasía a lo real, trabajo de tesis de los realizadores
Claudia Hernández Romero y Arián Valdés Delgado, egresados en 2020 de la Facultad de
Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA).
Según explicó la también fotógrafa Hernández Romero, este audiovisual se realizó en
saludo a los festejos por el aniversario 60 de Animados ICAIC pero debido al contexto
sanitario que ha atravesado el país en los dos últimos años no se había podido estrenar.
En el documental Milton Raggi, hijo mayor del creador de El negrito cimarrón realiza un
recorrido, cámara en mano, por distintos lugares de La Habana para mostrar el antes y el
después de algunas casas donde vivió su padre.
El testimonio de Milton se va complementando con las anécdotas de quienes fueran
colaboradores cercanos de Tulio: los productores Paco Prats y Aramís Acosta, el realizador
Guillermo Ochoa, el gran cineasta Juan Padrón, la editora Rosa María Carreras, el director
de fotografía Raúl Pérez Ureta y el diseñador Rafael Morante.
Conmovedoras resultan las palabras del artista visual Ossain Raggi, hijo menor de Tulio y
de María Elena Vinueza, la viuda de uno de los padres fundadores de la escuela de
animación cubana, fallecido el 3 de diciembre de 2013 a los 75 años de edad.
El cortometraje, de 39 minutos de duración, nos permite el acercamiento a obras que al
menos en las últimas cuatro décadas no han sido exhibidas de manera masiva por los
medios de comunicación.
Gracias al documental podemos conocer sobre la grandeza de un hombre que desde su
nacimiento en La Habana, en 1938, tuvo que luchar por seguir vivo, algo que para los
médicos y la familia podía parecer apenas un milagro.
Además, Tulio sufrió un accidente cuando era niño y como resultado del mismo tenía una
mano prácticamente lisiada, lo cual no constituyó un impedimento para que llegara a
convertirse en un virtuoso dibujante que manejaba con maestría la técnica de la plumilla.
A su ingenio se deben títulos considerados referentes en el cine de animación cubano como:
El paso de Yabebirí (inspirado en un relato infantil del uruguayo Horacio Quiroga), La
medicina del brujo, Aventuras de Majá Vivo, Las orejas de Canela, El zángano y la
rosa, La gamita ciega y más de una saga de Elpidio Valdés, entre muchos otros que han
marcado a varias generaciones de cubanos por sus valores cívicos y morales.
Quienes laboraron junto a él lo recuerdan como un hombre afable, jovial, de muy buen
sentido del humor y dotado de una cultura enciclopédica lo cual se hace tangible a través de
sus obras donde se respira mucha cubanía, en especial, en El negrito cimarrón, quizás la
más difundida de todas junto a la serie de animados humorísticos llamados Filminutos.
Sobre Raggi afirmó su colega Mario Rivas que fue un maestro del color, un dibujante
excepcional, guionista, animador, colorista, diseñador, ilustrador, director de dibujos
animados.
Licenciado en Historia del Arte, estudioso del Derecho Civil y Diplomático, de teoría de la
música, solfeo y piano así como de Animación en la Academia Garcés, Tulio dirigió a lo
largo de su carrera profesional más de 60 dibujos animados.
En diferentes ediciones del Festival de Cine de La Habana se alzó con cerca de siete
premios Corales y nueve Caracoles en el certamen que organiza la Asociación de Cine,
Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Por otra parte, fruto de su colaboración con la UNICEF y con la Secretaría de Salud de
México vieron la luz importantes piezas didácticas como: Cuidar el ambiente es cuidar la
salud I y II, Expresarnos libremente y ser escuchados, Participar, derechos de niños y
niñas, La fiesta de todos, Unos y otros y Hogar protegido.
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