Alejandro Gil: No tengo otra manera de vivir que no sea haciendo cine
Por: Valia Valdés
Foto: Tomada de Internet
El cineasta Alejandro Gil, siendo muy joven, quiso ser pelotero, valoró estudiar especialidades científicas, pero encauzó su creatividad hacia el periodismo. La decisión de elegir el Noticiero ICAIC de Santiago Álvarez de 1975 a 1980, como título de tesis de graduación, decidiría su ubicación en los Estudios Cinematográficos de las FAR, lugar donde enrumbaría su futuro.
¿Qué significó comenzar tu carrera profesional en los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR?
Cuando llegué con mi boleta de recién graduado a la “Fílmica” no existía plaza de periodista; lo único que conocía de las producciones de esos Estudios era el programa Farvisión y comencé, puesto a prueba, un taller audiovisual de dos años, impartido por excelentes maestros, entre los que se encontraban: Eliseo Altunaga, Fernando Pérez, Omar Echevarría y Humberto Hernández. Mis inicios profesionales fueron como asistente de dirección en el equipo de Jorge Fuentes, prestigioso cineasta, quien realizaba un noticiero militar monotemático en 35 mm. Esa fue la primera vez que escuché el sonido de la cámara y las voces de mando del director.
¿Cuál fue el impacto de esa experiencia?
Me sentí raro debido a que aquel era un medio que desconocía; casi no hablaba, aprendí de Fuentes que escuchar es un don del artista, por lo que solo escuchaba y aprendía. Antes de finalizar el taller me seleccionan como asistente de dirección para el serial: “Algo más que soñar”, dirigido por Eduardo Moya y con Danilo Lejardi en calidad de director asistente.
¿Formar parte del staff de ese serial antológico del audiovisual cubano, contribuyó a tu desarrollo?
En la función de asistente de dirección, me dieron la tarea de atender armamento, pirotecnia, efectos especiales y formular y estructurar los movimientos de fondo, lo que me posibilitó trabajar con los extras y la figuración al asignarles pequeñas situaciones dramáticas. Haber profundizado en la manera de narrar de Santiago Álvarez y los directores que realizaban el noticiero, me aportó enormemente en cuanto a la funcionalidad del cine a nivel de lenguaje y la dinámica visual, lo que intenté revertir en las situaciones bélicas que proponía el guión. “Algo más que soñar” fue mi gran escuela, los profesionales que me tocó coordinar dominaban sus especialidades, sabían lo que querían y fui imbricando esos conocimientos al concepto artístico. En esa compleja producción también aprendí mucho junto al director de fotografía Ángel Alderete y su equipo; cuando puse el ojo en el visor de la cámara y vi esa otra realidad, dije: Esto es lo mío. Logré un excelente entendimiento con Moya, el cual me dio mayores responsabilidades y eso resultó esencial en mi formación, abrió las compuertas a mi creatividad. Considero que es vital asignar a los jóvenes ese nivel de participación, propiciar la cercanía a los más experimentados; los resultados dependerán del talento y la capacidad de cada uno.
Después de concluir “Algo más que soñar”, ¿qué sucedió?
Viajo a Angola como corresponsal de guerra pues se produce un gran flujo de periodistas, fotógrafos y grupos de rodaje hacia África, lo que generó una confraternidad tremenda entre nosotros. Más tarde, regreso a Cuba para sumarme al proceso de montaje de la serie: “Respuesta a la escalada sudafricana”, dirigida por Miguel Fleitas, sobre la dinámica diaria de la contienda bélica en Angola. Comencé a conformar mis capítulos de la serie, integrando imágenes y entrevistas, siempre con la revisión de Miguel. En el set de edición pude reconocer la actitud y la alta calidad profesional de los compañeros que recopilaban las imágenes, a veces tomadas en medio de un bombardeo.
¿De qué manera incidió en tu personalidad, participar en esa contienda bélica?
Fui una persona distinta después de esa vivencia, cambió mi manera de mirar el mundo, de observar, regresé con los sentidos más alertas al convivir con el miedo, el riesgo de las enfermedades, la muerte y la pérdida de compañeros en combate o accidentes, pero siempre nos cuidaron mucho, alertándonos de todos los riesgos, aunque la intrepidez y la adrenalina compulsaban a mis colegas en busca de la mejor información. Una noche muy oscura, nuestro equipo de luces contribuyó a salvar la vida de un herido al cual operaron en medio de la nada y nuestro técnico: Ovidio Gastón, iluminó el proceder quirúrgico. Formábamos parte de una caravana y en aquellas difíciles horas, no existía la posibilidad de trasladarlo; a pesar de los obstáculos, lograron salvarlo.
ECITVFAR propició el surgimiento de los grupos de creación, ¿con ello se incrementaron las oportunidades de dirigir?
Sí, existía la necesidad de directores y en 1988 realizo el documental “Piensa en mí”, sobre las cartas de Martí a María Mantilla, cuya motivación nació al encontrar una hermosa edición de ese epistolario. Primero busqué un guionista, pero me di cuenta de que nadie iba a poder expresar como yo mismo lo que sentía sobre esa narrativa poética, por lo que escribí la escaleta y fui conformando la idea. Recuerdo que entre tanto escarbar, surgió la idea de la fotografía a partir de un libro de Iván Shulman, titulado “Simbología y color en la obra de José Martí”. Ese documental recibió Premio Caracol y otros reconocimientos.
¿Continuaste insistiendo en el género documental?
Realicé mi segundo docudrama: “Desde la ausencia”, sobre el Ismaelillo, en una indagación expresiva de mayor sensibilidad, colocando al ser humano en el centro del discurso a partir de un diálogo con la realidad del momento, los espectadores y la búsqueda responsable, acompañada de la verdad. Insisto en la investigación para evitar quedarnos en la superficie; la carencia de un estudio minucioso no te permite avanzar mucho, condiciona tener poco que decir o no progresar en la evolución emocional de los personajes; en el proceso investigativo pueden aparecer otras miradas que modifican o amplían la percepción de una idea.
¿Puedes referirte a tu primer cortometraje de ficción?
“Tema Heavy” tiene como eje central a un rockero que se incorpora a la guerra debido a conflictos familiares y enfrenta situaciones límites en el entorno militar. En esa ocasión tuve la oportunidad de llegar al género dramático acompañado de primeros actores; recuerdo especialmente a Orlando Casin, con quien sostuve una relación espléndida de amplia colaboración artística y aprendizaje. El corto resultó irreverente en aquel momento, alcanzando éxitos en distintos festivales, entre ellos, el máximo galardón en el VII Festival de Cine Latinoamericano de Trieste. De esa manera, continué explorando los resortes emocionales para contar la historia y trasmitir conceptos que exigían otros recursos, más allá del lenguaje del documental.
¿En qué forma has sistematizado la comunicación con los actores a partir de ese primer dramatizado?
Durante “Algo más que soñar” presté mucha atención a la forma en que Moya, que fue un excelente director de actores, se comunicaba con el elenco. Trabajar con las emociones es muy difícil, además de acudir a la literatura especializada, tomé como método establecer un diálogo, una complicidad con los intérpretes, hablando mucho de los personajes y compartiendo mi visión sobre la caracterización psicológica, escena por escena. Aunque el rol tenga una única escena, tributa a un criterio global, a una progresión de la obra que después se va a unificar y de ahí la importancia del trabajo particularizado con cada uno, tomando en cuenta la mirada y la gestualidad al configurar una imagen, una actitud. El actor aporta su definición del personaje a partir del guion, pero prefiero que deje espacio a mi concepción, al subtexto emocional, a las diversas posibilidades expresivas , al descubrimiento de la perspectiva cinematográfica.
Al formar parte del equipo de realización de la serie que contó con la dirección general de Miguel Fleitas: “Historia del arte militar en Cuba” (1993), conociste al historiador Eusebio Leal, ¿qué significó el encuentro con esa personalidad?
El seriado abarcó, en veinte capítulos, temas disímiles sobre el arte militar y en ellos, Eusebio exponía sus amplios conocimientos sobre la materia. Fue tan estremecedora su rememoración del fusilamiento de los estudiantes de medicina, que vi la posibilidad de realizar un documental. Leal, sutilmente, me indicó zonas poco exploradas hacia las que encauzar mi búsqueda, enriqueciendo la información con nuevas aristas, por lo que su ayuda fue inestimable, de ahí surgió el documental “Inocencias”. Restringido a un determinado tiempo de duración, entendí que la historia daba para un largometraje o una serie, proyecto que se vió detenido por el cierre de la Fílmica y la llegada del Periodo Especial, hasta que muchos años después, pude lograr su concreción en “Inocencia”.
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¿Cuánto debe tu formación a los Estudios Cinematográficos de las FAR?
Le debo muchísimo. En la “Fílmica” existía la actitud de compartir los conocimientos, se formaba un profesional de nuevo tipo, imperaba una determinada actitud hacia la creación en medio de un alto nivel de confort humano y solidaridad, por eso considero lamentable, desde todo punto de vista, el cierre de esa institución. Con su desaparición, se desequilibró la parrilla temática de la televisión pues en esa productora se abordaban temas no usuales en la programación existente. Que tuvieras la posibilidad de filmar, hoy una maniobra de tiro en tiempo real, mañana un cortometraje de ficción o un documental, fue un excelente entrenamiento y nos adaptábamos a las condiciones de campaña sin reticencias.
¿Cuál fue el rumbo de tus realizaciones después del período especial?
Muchos de los que pertenecimos a ECITVFAR pasamos al ICRT, donde realicé: “Hazlo por Neruda”, con guion de Consuelo Ramírez y otros telefilmes, el teleteatro “La avería”, documentales, publicidad y video clips, audiovisuales que recibieron premios en diferentes certámenes. De esos reconocimientos puedo mencionar los Premios: Caracol, Lucas, Vitral, El Festival de la Imagen, Festival Nacional de Televisión y otros. Fui jurado en distintos eventos y miembro del grupo coordinador del Movimiento Nacional de Video. Además, he presentado mi obra en festivales internacionales y ejercido la docencia en la FAMCA, el Centro de Estudios del ICRT, las universidades de Lausana y Tichino y la Universidad de La Habana.
El tele-cuento “El corazón partido en otras circunstancias” se distingue por un carácter cinematográfico experimental, ¿has continuado esa indagación formal?
Trato de generar siempre una actitud creativa, en conciliación con las demás especialidades. En el caso que mencionas, versioné un cuento del escritor Alberto Guerra que fue realizado en el 2003. Conserva su vigencia y proyecta un enfoque experimental en su estructura narrativa, en la fotografía, la utilización del color, la continuidad y el montaje. Es una obra que quiero mucho y siempre protejo ese espacio de riesgo formal, tal como hice en el filme “La Pared” (2006), una película más de autor, con un alto nivel de simbología y que derivó en un video clip premiado que realicé a Santiago Feliú. Cada obra tiene sus exigencias, pero esas inquietudes también me acompañaron en mi segunda película realizada con el ICAIC: “La emboscada” (2015), al intentar plasmar en su visualidad, la esencia de los comportamientos humanos.
La serie documental “Montaña de Luz” te impulsó hacia otras geografías, ¿puedes describir esa “aventura”?
Se trató de una serie documental producida por el ICAIC, con la dirección general de Guillermo Centeno, sobre la labor de los médicos cubanos internacionalistas. Me tocó encabezar uno de los equipos de filmación, integrado por el camarógrafo Yamil Santana y Juan Demósthenes en el sonido. Viajamos a Honduras, Burkina Faso y Mali, fue una tremenda vivencia y recogimos testimonios valiosos en condiciones muy complejas.
Llamado por TELESUR te integras a un proyecto de carácter histórico, ¿de cuál hablamos?
Fui convocado a la realización de una serie dedicada al Bicentenario de la Independencia de América, en la que dirigí el capítulo dedicado a la figura de José de San Martín, motivo por el que viajé a Argentina, realizando una pormenorizada investigación en la que tuve acceso a valiosas fuentes, contando con entrevistados de primer nivel, que en ocasiones se sorprendían del dominio que teníamos del tema. El conocer a fondo, a este y otros próceres de América, causó en mí, una impresión profunda. Ese fue mi reencuentro con el documental, hasta 2021, año el que retorné al género con “Soberanía”.
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¿Te sorprendió la resonancia del filme “Inocencia” en la sociedad cubana?
Lo que sucedió con la película superó mis expectativas. Antes de su estreno se había extendido un estado de opinión favorable y la premier resultó muy exitosa, pero su encuentro con el público en el Festival de Cine Latinoamericano de la Habana (2018) fue impactante, tanto es así, que el largometraje recibió el Premio de la Popularidad. Realicé la película con la intención de dialogar con autenticidad y revelar la información inédita que había encontrado, llenando esas zonas de silencio que dramáticamente iban a ser puntuales; estaba seguro de que el acontecimiento histórico era capaz de generar posibilidades y una estructura dramática atractiva por lo que entregué mi investigación a Amilcar Salatti, con el que había colaborado antes en “Extravíos” (2011), teleplay ganador del Premio Caracol de la UNEAC. Pienso que “Inocencia”, al atraer la atención del público de distintas edades hacia la historia, pudo mostrar ese tránsito de la risa a la muerte y cómo el miedo y el terror, se convierten en instrumentos para socavar la dignidad humana. El filme ha tenido un largo recorrido, del que puedo mencionar la nominación a los Premios Goya y la edición del libro: “Con un himno en la garganta. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil”, coordinado por: José Antonio Baujin y Mercy Ruiz, co-editado por Ediciones ICAIC y la Editorial UH. La publicación, además del trascendente contenido de tipo histórico que reúne, presenta tres análisis sobre la película de significativo valor conceptual, a cargo de: Astrid Santana Fernández de Castro, Lázara Menéndez y Francisco López Sacha.
“Soberanía”, recién pre-seleccionado a los importantes Premios “Platino” del cine iberoamericano, marcó tu regreso al género documental, ¿cuán complejo resultó filmar en los momentos más álgidos de la pandemia?
En diciembre de 2020 recibo la propuesta por parte de la Oficina de Santiago Álvarez, con apoyo del ICAIC, de realizar un audiovisual sobre el tema de la vacuna cubana Soberana 01; el presidente de BioCUBAFarma, Eduardo Martínez, nos sugiere incorporar la temática de los cinco candidatos vacunales en que Cuba estaba trabajando, por lo que, de 8 se convirtieron en 16 entrevistas a científicos y académicos que lideraban las investigaciones e incluimos al doctor Durán, director de Higiene y Epidemiología del MINSAP, el cual ha establecido una comunicación diáfana con la población durante toda la pandemia. En este proyecto era importante definir la perspectiva a futuro sobre la forma en que se iba a mover la temática informativamente, teniendo en cuenta su significación para el país y cómo la televisión la iba a abordar, por lo que hice hincapié en el lado humano, develando la personalidad de los científicos y sus franjas de mayor intimidad, complementando los testimonios de los entrevistados con un discurso paralelo de cinco cuadros danzarios, interpretados por la Compañía de Lizt Alfonso, quien mostró de inmediato su disposición a acompañarnos. El documental, que se volvió muy exigente a nivel de imagen, se realizó en medio de las limitaciones pandémicas, los científicos se encontraban inmersos en una investigación contrarreloj para salvar vidas y no les sobraba el tiempo para colaborar con nosotros; a medida que fueron saliendo las entrevistas y ellos comprendieron la utilidad social de comunicar sus experiencias, fueron respondiendo y se avisaron unos a otros, logrando una mejor aceptación de la idea. Personalmente, me impactó conocer el nivel de humildad y el desinterés de esas personas, a los que me acerqué como si fueran actores, explicándoles detalladamente mis propósitos como director. Fue muy emocionante la presentación del documental que les hicimos a los entrevistados y a sus familiares. Debido a la consagración de esos investigadores, nunca podían acudir al cine con su familia y esta fue la oportunidad de compartir los motivos por los que habían robado tanto tiempo a la vida afectiva.
¿Cómo trabajas el guión cinematográfico?
En el caso de la película “Inocencia” estuvimos puliendo el texto, Amílcar Salatti y yo, hasta dos días previos a iniciar la pre-filmación. Siempre me apropio del guión, el cual es una guía que adapto a mi poética en la búsqueda de un impacto más cinematográfico. En el caso de mi próximo estreno: el largometraje “AM-PM”, escrito por Salatti, me preocupé por que las cinco sub-tramas, que no terminan de igual manera, tributaran a la unidad conceptual de la película, soslayando lo que pudiera desviar la atención de la premisa dramática y ejes de fuerza argumentales. En cuanto a la escritura, es imprescindible mencionar la presencia como asesor del Premio Nacional de Cine, Senel Paz.
¿Qué puedes anticiparnos sobre “AM-PM”?
“AM-PM” es un drama contemporáneo intimista sobre la dimensión humana, que incluye situaciones que invitan a sonreír; pienso que puede ser una película del agrado del público; pretende entretener y al mismo tiempo dejar un espacio para la lectura individual del espectador pues no damos recetas; indaga en la fragilidad humana, en el sentido de la existencia, mostrando conflictos universales que prevalecen en las sociedades modernas. Todo se desarrolla en un solo día, en una jornada de azar en que la vida puede cambiar y eso es lo que les sucede a los personajes. Es una historia de amor, no clásica, que tiene que ver con la lealtad, la amistad y el sentido de esperanza, en la búsqueda de una compañía que te hace más llevadero el dolor. El filme propone una percepción de la capital, distinta, no habano-centrista, una mirada, otra, sobre la realidad, desmarcándose de lo habitual. Ángel Alderete es el director de fotografía, con quien colaboré nuevamente, después de “Inocencia”; Carlos Urdanivia como director de arte, trabajó los espacios interiores, impregnándoles un carácter diferenciado, acorde a las sensaciones de cada historia, y en general el equipo hizo suya esta película con un alto sentido de pertenencia. Recibimos el apoyo del Fondo de Fomento del Cine Cubano y Audiovisuales ICAIC y el productor general es Carlos de la Huerta, presente en algunos de mis proyectos más importantes. El filme es protagonizado por un elenco de primera línea, imprescindible por las exigencias de la narración e incluye a actores admirados como: Verónica Lynn, Enrique Molina, Blanca Rosa Blanco, Manuel Oña, Jorgito Martínez y Armando Miguel Gómez, los cuales ofrecen lecciones de actuación en sus desempeños. Esta fue, lamentablemente, la última película de Molina y resultó importante la comunicación tan fructífera y reconfortante que logramos.
Actualmente te encuentras en la fase de post-producción del filme, ¿qué significación le otorgas a este momento del proceso creativo?
Disfruto mucho el acto del montaje. La película duraba 2 horas, 5 minutos y en edición reconocimos alguna redundancia, por lo que ha quedado en 1hora 45 minutos. Cuando no articulas bien la historia, se afecta la percepción del espectador, por lo que hemos cortado o agregado determinadas secuencias o textos. Utilizamos música de Ñico Rojas y Martha Valdés, lo que aporta el sabor cubano del filling y queremos incorporar otros elementos que acentúen la cubanidad.
¿Cuál es el valor que le otorgas al sonido en tu obra?
Al escudriñar en la filmografía de Santiago Álvarez, comprendí la concepción espectacular de la banda sonora y la utilización de la música que acompañaba su documentalística. Creo que, en ocasiones, se relega la importancia del sonido y se subestima la trascendencia de esa especialidad. Mi enfoque hacia el diseño de la banda está dirigido al concepto, a lograr que el trenzado entre banda sonora y música, resulte una sonoridad interesante que aporte al nivel de lectura de la película, estructurando apreciaciones posibles del sonido.
Seguramente ya piensas en próximos proyectos, ¿puedes revelar alguno?
Tengo 4 propuestas cinematográficas y ya hay una que tiene más posibilidades de concretarse. Solo necesito el espacio para producirlas, pertenezco a una generación que vive un momento de madurez artística, urgida de aprovechar el tiempo, de que, cuando termines una película, surja inmediatamente la pregunta: ¿cuál es la otra? Esa avidez creativa es el legado que quiero dejar. No tengo otra manera de vivir que no sea haciendo cine.
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