El humor en la radio + (Podcast)
Por: Bruno Suárez Romero
Es irrefutable la importancia del humor en todas las circunstancias de la vida y, significativamente, en los procesos de comunicación. Si se fuera a analizar la trascendencia de este exclusivamente para el medio radial se tendría que ver, por lógica, en su función más reconocida que es el entretenimiento, aunque hay otros valores que lo sostienen junto a la hilaridad. El humor es una cultura que se proyecta desde sus variantes formales, es también información y reflejo de una idiosincrasia. En la radio el humor puede expresarse con la creación de espacios programados para las parrillas, pero, se expresa mucho desde el tratamiento jocoso que locutores, actores, periodistas y realizadores logran darle a disímiles contenidos del diario.
La tradición humorística de la radio cubana se ha movido en múltiples vertientes: humor blanco, verde, negro y la sátira política y social. Como patrimonio del medio se recuerda, en los años cuarenta a la afamada Rita Montaner, interpretando su Lengua lisa, donde satirizaba situaciones de aquel contexto social a través de una canción cuyo estribillo rezaba: «Mejor que me calle, que no diga nada».
Una referencia gigante del humor radial cubano, quizá la más reconocida internacionalmente es La tremenda corte. Se conoce que en países como México, Guatemala, Honduras y Panamá hasta hace pocos años las viejas grabaciones del pintoresco juicio que se recreaba en el programa eran de consumo cotidiano, para un segmento de público.
En las últimas décadas en Cuba el espacio humorístico por excelencia resultó, Alegrías de Sobremesa, que llegó a superar los cincuenta y cinco años en el aire, gracias al ingenio de su creador el libretista Alberto Luberta Noy y a la constelación de excelentes actores que a lo largo de esos años interpretaron a los vecinos de aquel edificio.
Con la desaparición física de Luberta se apagó la fuente inspiradora de Alegrías y no ha surgido hasta hoy otro proyecto que cubra tal responsabilidad a nivel nacional.
Podemos sumar a eso que otros espacios que habían calado en la audiencia no están ya en el aire por diferentes causas, es el caso de: Frecuencia 650, de la desaparecida Radio Liberación, El Programa de Ramón, de Radio Ciudad de la Habana, Radio Camino, de Radio Metropolitana, El gusto es mío, de Radio Taíno y Humor Mix, de Radio Rebelde. No obstante, en varias emisoras del país se mantienen vigentes programas humorísticos como La Yerbabuena en Radio Camoa, provincia Mayabeque, pero es indiscutible la ausencia de estos, especialmente en las plantas capitalinas y nacionales.
Hay quien se pregunta cómo la televisión cubana, un medio con mayores complejidades que la radio, puede sostener, en estos momentos, una programación humorística y la radio, más sencilla técnicamente, no. A esa inquietud nos gustaría responder con la siguiente reflexión sobre el lenguaje de ambos medios. En el espacio televisivo la identificación con el personaje parte de la propia caracterización. Los intérpretes portan vestuarios llamativos, se mueven, gesticulan y se les apoya desde una adecuada locación. Es obvio que el discurso audiovisual posee más asideros. El humor para la radio tiene que concebirse para ser escuchado y ahí está la principal dificultad tanto para quienes escriben los textos como para quienes los actúan y los encargados de realizar la puesta radial. La confección de un escenario humorístico efectivo en la radio es una tarea artística de altísima complejidad y requiere de talento, carisma y dominio de los códigos comunicativos del medio.
Otra preocupación perenne es la preparación de guionistas. ¿Están creadas las condiciones para formar escritores humorísticos para la radio? Para emitir un juicio al respecto hay que reverenciar de antemano la labor de exitosos guionistas de todos los tiempos. Ellos representan la tradición, los paradigmas de esta especialidad. El estudio de sus obras nos permite investigar y hacer comparaciones.
Para escribir humor hay que beber de la savia inscrita en esos antecedentes, aunque tenemos la certeza de que, si en nuestras emisoras se estableciera por ucase la presencia de humorísticos como se instituye por ucase la de otros géneros, los realizadores encontrarían las fórmulas para producirlos y algunos volcarían su creatividad hacia la confección de esos programas.
El llevado y traído tema de las cautelas y límites hacia los contenidos humorísticos es algo que no se puede dejar de ver en un análisis responsable. El humor suele ser incómodo al penetrar terrenos susceptibles a la crítica y en determinadas circunstancias eso puede llevar a determinados decisores a tener recelo para apoyar los proyectos. Es entonces cuando el tratamiento artístico debe crecerse e irse por encima de los esquematismos. El precepto martiano de que,» El humor debe ser a la sociedad como un látigo con cascabeles en la punta» es un principio a defender por todos los que cultiven con seriedad el género.
Desde la institución radio se ha expresado el deseo de encontrar un proyecto que sustituya al decano Alegrías de Sobremesa, se ha convocado a realizadores y estudiado propuestas. Realmente es tarea difícil sustituir un hito, en ese caso otras variantes deben aplicarse y abrir nuevos horizontes donde se puedan poner en práctica tanto el paradigmático humor situacional como la parodia, la canción humorística, el sketch, el monólogo y el chiste corto.
En estos tiempos de pandemia un aliciente pudiera ser el contar en nuestras emisoras con diversidad de propuestas humorísticas que ayuden a mejorar estados de ánimo y estimular, desde la sanación mental que ofrece el humor, los buenos pensamientos para una superior construcción del futuro. Eso lo puede lograr muy bien la radio con sus magníficas posibilidades.
*Publicado originalmente el 18 de junio de 2021.
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