La noche que necesitábamos, «¡aguántate el corazón!»
Por: Lis Rivas
Fotos: Cortesía de Yoanny Oliva
En la intimidad de una sala de cine lo habitual es que se estremezca el alma. Hay que acostumbrarse a la idea para no terminar asombrados por ello. No hay nada que se le parezca. Nada como la belleza, más aun, la sensibilidad por la belleza. Frente a la pantalla la vida es mucho más bella, un mundo mejor es posible; sale a la luz la maravilla y conquista un color, y la realidad se torna más humana. Verdades se palpan, realidades confluyen. Se viaja a otros mundos, a otras épocas.
Recuerdo que la última vez que visité una sala de cine fue mucho antes de que la pandemia llegara a Cuba, antes del confinamiento para frenar la propagación del virus. Después ya no eran las mismas: la ausencia de público, de actividades artísticas que nos sacudieran de vez en cuando en cada salida sabatina, dominical u otro día cualquiera.
En la noche del viernes 25, Ivette Cepeda y su grupo Reflexión devolvieron esa sensación añorada de volver a una sala de cine, de deleitarnos, de sentirnos envueltos en el calor humano que da una sala repleta; de emocionarnos con el sobresalto de los aplausos y el nivel que toman según la emoción. La música trajo aquella felicidad que antes de la pandemia estaba, lo espiritual de volver a la escena, de vivir el arte en carne propia.
Fue un encuentro místico, liberador, un despertar, un renacer, una esperanza renovada tras el gozo de la música y la evocación a paradigmas cinematográficos que se revindican en este 63 cumpleaños del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). En el cine Chaplin ocurrieron muchas sorpresas ese viernes. Un regreso al pasado reafirmó la potencia magistral de actores, directores cubanos que históricamente han aportado al cine una mirada única.
Una noche memorable, con el doble valor de recabar en lo mejor del séptimo arte y la música, esa que lo acompaña siempre. «63 años de amor entre Cuba y el cine. Una historia que, además de vista, ha sido arropada por canciones inolvidables que ha devenido banda sonora de este oficio de magos; hechiceros que ponen en la pantalla los temblores, los retos, las ilusiones de un país que se ha declarado el último reducto de todas las utopías.
A la casa que nos ha acogido, el aplauso homenaje en este concierto», en palabras del actor Patricio Wood, hizo entrada a la sala del Chaplin la música de Reflexión, la voz descomunal de Ivette Cepeda, las maravillas reflejadas en la pantalla grande, y la excelentísima presencia de actores que acudieron al espectáculo para honrar al cine cubano.
Con la dirección artística de Lester Hamlet, el espectáculo resultó la dulce irrupción de la elegancia; tejido con una exquisitez a la altura del momento, del objeto de celebración, del calibre de los artistas. Una noche diferente en La Habana. Llena de luces y sombras, y aplausos que no callaban nunca; de llanto, risa, baile, admiración. La música y el cine se complementan para transportar un mensaje. Ver y escuchar son sentidos de un mismo cuerpo. Son partes imprescindibles para el balance. «La música en el cine es algo que se lleva en el corazón», expresó Ivette.
Habló del amor, porque sin amor esa noche no hubiera sido posible. Recordó no solo cuán extraordinaria ha sido la herencia que nos ha llegado de directores y actores, sino que hay que amar, sobre todo, amar, porque es el amor lo que nos sostiene.
Mientras cantaba Nana del adiós, el tema de presentación de la actual telenovela Tú, actores de la misma sorprendieron a la intérprete con rosas rojas.
De su más reciente disco La Rosa de Jericó, Ivette y Reflexión sedujeron a los espectadores, y enaltecieron asimismo al ICAIC con canciones como Ayer y hoy enamorados, Un buen bolero, Como en la lluvia. Igualmente, Fue tal vez, una canción dedicada a la actriz Broselianda Hernández. A la cita fueron escogidos algunos clásicos del cine como Si llego a besarte, Capullito de alelí, El Negrito y el Gallego, canciones utilizadas como banda sonora en la película La bella de la Alhambra (1989), Aunque no te vi llegar, de la cinta Lucía (1968); Si me pudieras querer, un homenaje a Bola de Nieve, quien además tuvo mucha relación con el cine; La era está pariendo un corazón, un homenaje al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC; Te conozco, banda sonora de Como en la vida misma (1985); Ay pena, penita, pena, de Las profecías de Amanda(1999); Quiéreme mucho, una de las canciones más empleadas en banda sonora de películas; Ámame como soy, de Una novia para David (1985); además, Si me pudieras querer; y País.
Ya al concluir el espectáculo, mi alma a la salida, presta ya a volver a vivir lo apreciado recordándolo, para escribir estas líneas, no encontró sosiego y volvió a llorar. Estas líneas duelen, como la partida de tantos que se fueron para no volver jamás. Los grandes de nuestro cine, los magos, hechiceros como los describió Patricio Wood. Gracias por el arte, por la grandeza y la sensibilidad con que nos enseñaron a valorar el cine, de ustedes se heredó el compromiso para con la realidad. Gracias a Ivette, a Ernesto Prida, Ernesto Hermida, Reynier Rey, Lino Pedroso y a José Luis Beltrán por la música eterna. Y «¡aguántate el corazón!», como bien lo dijo la Cepeda, que la noche promete: era la que necesitábamos.
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