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«El poder del perro». Polainas en el closet

Por: Berta Carricarte

He esperado pacientemente a que El poder del perro (2021) “llegara” a Cuba. No me apresuré en tenerla por más que me la ofrecieron, hasta que pude disponer de una excelente copia, la misma que se exhibirá el 6 de mayo en el espacio La séptima puerta, que escribe y conduce el colega Rolando Pérez Betancourt. La cinta, realizada por la neozelandesa Jane Campion, es el resultado de una coproducción entre Nueva Zelanda, Australia, Reino Unido y Canadá, y recibió 12 nominaciones al Oscar en esta última edición de los controvertidos premios de la Academia del cine estadounidense. Antes había resultado galardonada por la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood con el Globo de Oro a la Mejor Película Dramática, al Mejor Actor de Reparto (Kodi Smit-McPhee) y al Mejor Director, en este caso para Jane Campion, a lo que ella suma el León de Plata ganado en esta misma categoría en Venecia. Dejo fuera otros lauros para no alargar el cuento.

Concebido dentro de un género sólido del cine como es el western, el filme se las arregló para enfocarse en el tema de manera tal que, sin faltar a la genealogía del canon, prevaleció una mirada que subvierte el modelo. Aunque no fue filmada en el paisaje propio del estado noroccidental de Montana, donde presuntamente ocurre la historia, en El poder… se respira la atmósfera típica de vaqueros empoderados, rancho, polvo, valles y colinas escarpadas, a veces amenazantes, que para algunos toman forma de perro con las fauces abiertas.

Inspirada en la novela homónima del estadounidense Thomas Savage, la realizadora llevaba buen tiempo dándole vueltas a la idea de su adaptación al cine. Sensibilizada con el texto literario, supo respetar la esencia de su contenido que, a todas luces, cuestiona la masculinidad tóxica que caracterizaba los ambientes rurales todavía en 1967, cuando la novela vio la luz.  Fue tarea de Savage denunciar la homofobia y el carácter patriarcal de la sociedad donde le tocó nacer y vivir. El componente biográfico se revela tanto en la novela como en el filme, pues el autor sostuvo relaciones con varios hombres, a despecho de la esposa y los hijos que tuvo.

En síntesis, el argumento nos presenta a un rico vaquero, Phil, que por más de veinte años ha estado pastoreando sus reses con la ayuda de su hermano George. Ambos viven solos en una granja familiar, donde han logrado equilibrar sus diferencias temperamentales. Phil es áspero, grosero y dominante. George es callado, sereno, sensible, tierno. Todo marcha en perfecto equilibrio hasta que George decide casarse con la viuda Rose. Es entonces que el sadismo se apodera de Phil, su rudeza se convierte en crueldad y su autoridad en despotismo. Todo esto contra una mujer, por el solo hecho de serlo y por tener un hijo claramente afeminado. El personaje de Phil concentra en un mismo cariz al homófobo, al acosador y al misógino.

Pero donde este macho narcisista de manual completa su dramático perfil es cuando se desnuda en la solitaria placidez de un recodo campestre, donde da rienda suelta a su trágico erotismo, marcado por la muerte de Bronco Henry, su primer y único amante. De ahí su rabia ante la felicidad de George y el placer de Rose, a quien oye gemir por las noches en brazos de su hermano. De su envidia total surge el deseo de venganza, que dará cuerpo y figura a un relato al cual poco más se puede añadir, sin correr el riesgo de revelar aspectos medulares de la trama. 

Digamos entonces que el elenco de El poder… es de lujo. El controvertido Phil es interpretado por  Benedict Cumberbatch de manera brillante. El personaje está diseñado de modo tal que despertará odio, amor, lástima, risa, indistintamente. Frente a él, su hermano George corre a cargo de Jesse Plemons, digna contraparte llevada con la debida temperancia. Hay en George una fortaleza y una confianza en sí mismo que Phil no conocerá jamás.  El tenebrismo de uno se opone a la transparencia del otro. Donde uno manda el otro le hace creer que cede, como si supiera de la fuerza mística del aikido, donde la energía del contrario se convierte en el arma de su oponente. Esa es, en última instancia, la filosofía predominante en El poder del perro, su tesis, su legado su misterio.

A Kirsten Dunst le tocó encarnar a Rose Gordon. Ser la esposa de Jeese Plemons en la vida real, no creo que le allanara el camino para asumir este papel, donde la sorpresa, el desconcierto, la timidez y cierta cuota de incomunicación tienen más peso dramático que el feliz acople presumido en un inicio. Del joven Kodi Smit-McPhee (Peter), solo me atrevo a decir que se ajusta de modo insuperable al papel que le asignaron.

El gran cine de nuestros días hace valer una producción de casting muy prolija. Lo digo siempre: los personajes tienen que enamorar al espectador, ya sean demoníacos o angelicales; lo que equivale a decir que tienen que ser verosímiles, convincentes. Esa es la tarea de los actores y actrices, que solo se consigue si quien bien dirige ha tenido, además, la buena fortuna de disponer del elenco apropiado. Para mayor beneplácito El poder … cumple esta premisa con sobrada eficacia, así como otros acápites que hacen de su consumo, una experiencia perdurable; empezando por su espectacular fotografía a cargo de la joven australiana Ari Wegner, nominada por ello al Oscar.  Las excelencias de la banda sonora son mérito del instrumentista y compositor inglés Jonny Greenwood.

Muy recordada por El piano (1993), que le valió un Oscar al Mejor Guion, y la Palma de Oro en Cannes, la veterana Jane Campion, en 2019 volvió a ser noticia con este propio filme, cuando la BBC lanzó una encuesta que la ubicó como la mejor película de todos los tiempos dirigida por una mujer.  Aunque la directora, guionista y productora ha estado doce años alejada de la gran pantalla, ha sido responsable de la exitosa mini serie televisiva Top of the Lake, lanzada en 2013 en codirección con Garth Davis, así como de su secuela en 2017 titulada Top of the Lake: China Girl, codirigida con Ariel Kleiman. Palmas y bendiciones a la reina australiana del cine.

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