Frank Cabrera. Un productor de cine experto en la materia
Texto y Foto: Valia Valdés
Frank Cabrera comenzó a trabajar a los 15 años en el ICAIC, y mientras servía café en las filmaciones, cursó estudios de Ingeniería industrial. Vinculando sus conocimientos al cine, se gradúa en 1978 y continúa su vida laboral en el Laboratorio de Color, tema investigado desde el punto de vista productivo en su tesis de grado. En 1980 fueron requeridos sus conocimientos en la organización del trabajo y los salarios, tarea a la que se dedicó durante un tiempo, hasta ser llamado a la Productora Audiovisual del Instituto. Aprendiendo los secretos de la producción sobre la marcha, contribuyó al éxito de varios filmes cubanos y extranjeros, que contaron con nombres tan relevantes como Philippe de Broca, Jean Paul Belmondo y Pierre Richard. De sus maestros no olvida mencionar a: Camilo Vives, el Premio Nacional de Cine Humberto Hernández, Santiago LLapur, y gracias a su vocación pedagógica, hoy comparte con Cubanow algunas de sus numerosas faenas cinematográficas mientras continúa el vínculo con la cinematografía en los roles de asesor de producción, productor y profesor.
¿Qué aspectos considera claves para hacer producción?
Ante todo, el humanismo, porque la película reúne a una gran cantidad de personas y hay que poseer una ética personal para pensar en las necesidades y condiciones requeridas por ese diverso grupo humano. Un rodaje con personas disgustadas se convierte en un sufrimiento. Yo he disfrutado mis películas porque he tratado que el equipo, dentro de las condiciones que tenemos, se sienta contento. Es necesaria la tolerancia ante los cambios, hay que ser flexible y resolver los inconvenientes de forma rápida.
¿Cómo evaluaría la importancia de esta especialidad?
La producción es un puntal dentro de la realización audiovisual. La concepción del director no se puede materializar sin una logística, sin organización. Tanto la producción como la asistencia de dirección son roles imprescindibles. El asistente de dirección es una figura que existe en escuelas de cine de países como Brasil, Argentina y España, sin embargo, es una carencia que aún tenemos en nuestra formación universitaria. En cine, sin un primer asistente de dirección no se hace la película pues cumple con la función organizativa y es el enlace entre el director y la producción, realiza el plan de pre-filmación, desglose del guion, los llamados y otras funciones imprescindibles.
¿De qué forma valora la etapa en que fue subdirector de producción de Audiovisuales ICAIC?
Cuando llegó el periodo especial, no contábamos con recursos para hacer cine, tuvimos que buscar soluciones, y por concepto de servicios se logró ingresar alrededor de 250 mil dólares anuales aproximadamente al ICAIC. Con esas ganancias se financiaron películas cubanas disponiendo de un monto en divisas, se capitalizó la industria y se compraron equipos de luces y cámaras.
¿Cuáles fueron los filmes más significativos de su desarrollo profesional?
En “Fresa y Chocolate”, mi gran amigo, Miguel Mendoza, dirigió la producción general y a mí me correspondió participar en el diseño financiero. Más tarde en ese filme, asumí la responsabilidad como productor ejecutivo, logrando realizar la post-producción de la película en México, conseguir financiación para poder concluirla y alcanzar, por primera vez en Cuba, la licencia Dolby Stereo para un filme de factura nacional. Fue una película accidentada, que se vió interrumpida por los graves problemas de salud de su director, Tomás Gutiérrez Alea (Titón), el cual convocó a Juan Carlos Tabío como co-director y unidos, lograron terminar el proyecto. “Fresa y Chocolate” fue una película importante porque se refirió a temas que eran tabú, entre ellos: la homosexualidad, la figura de Lezama Lima, la UMAP y otros tópicos que incidieron en un cambio de mentalidad en el cine cubano. Se presentó en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, ganó el Premio Coral, y desapareció de nuestras pantallas hasta muchos años después. Se estrenó en Francia, fue distribuida por Miramax Films dentro de Estados Unidos y fue la única película cubana que ha logrado la nominación al Oscar como mejor película extranjera, recuperando su inversión y logrando utilidades. Además, alcanzó el Premio Goya al mejor largometraje de habla hispana y otros premios en los festivales de Gramado y Berlinale.
¿Puede referirse a las complejidades que le planteó el filme Amor Vertical, dirigido por Arturo Soto?
Soto trazó muchas exigencias que pudimos lograr. Ese proyecto tuvo multiplicidad de construcciones escenográficas, locaciones y decorados, tanto en el foro del ICAIC como en exteriores. Trabajamos en arterias importantes de la ciudad que cerramos, como fueron: el Puente Almendares y la calle 23. Además, en coordinación con el Circo Nacional de Cuba se utilizó un león y se incluyó la utilización de un helicóptero y Tropas Especiales. La recuerdo con mucha satisfacción porque cumplimos con las demandas del guión.
¿“Guantanamera” también fue significativa para usted?
“Guantanamera” fue una road movie dirigida por Titon, quien también trabajó con Juan Carlos Tabío como co-director. En ella realicé la función de director de producción y productor ejecutivo. Al comenzar el proyecto integré el grupo seleccionado por Gutiérrez Alea para recorrer el camino que seguirían los personajes en el guion cinematográfico. Partimos en auto desde los Monitongos, las montañas negras de Guantánamo, hasta La Habana. Ya en la capital y sus cercanías buscamos locaciones que se asemejaran a los distintos lugares del país que habíamos observado en el viaje.
¿Cómo recuerda al director Tomás Gutiérrez Alea (Titón)?
Titón era un hombre muy práctico, tenía el guión técnico en la cabeza y llegaba al set con el montaje definido en cada detalle. Era muy exigente, un genio, de buen carácter.
“Rápido y Furioso” 8 fue un suceso fílmico inusual en Cuba, ¿qué responsabilidad le tocó asumir en los días de esa producción en Cuba?
Esta superproducción fue una manera de trabajar que nunca había probado pues se trabajó con 30 cámaras, todos los recursos necesarios,60 camiones llenos de equipos. Asumí la jefatura de la unidad cubana de producción apoyándome en 250 ayudantes de producción que hablaban inglés. Entre las complicaciones que enfrentamos puedo mencionar: la zona concurrida en que se filmó, el cierre de calles, garantizar la infraestructura y logística, la coordinación con la PNR, ambulancias y bomberos. Para coordinar todos esos factores contamos con el apoyo del estado en un momento histórico, pues tenía lugar el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, expresado en distintas acciones culturales de envergadura. Resultaron verdaderos retos: garantizar la alimentación de 5000 personas, el reordenamiento del transporte, contener a las masas de curiosos, y demás desafíos derivados de filmar en la urbe, aunque, por suerte, no hubo un solo lesionado.
Usted tuvo la oportunidad de trabajar en producciones norteamericanas, japonesas, italianas, francesas y de otras nacionalidades, entre las que se encuentra la co-producción: Regreso a Ítaca, dirigida por Laurent Cantet, ¿existe algún rasgo particular de ellas que le impresionó?
En mi experiencia sobresale la organización minuciosa en cada detalle de los cineastas norteamericanos que pude conocer.
¿Cuál es su opinión sobre la gestión actual del ICAIC?
Creo que en los últimos años la dirección del ICAIC ha sido más adelantada con respecto a años anteriores. Samada y su equipo han reconocido e incentivado la producción audiovisual independiente desde una posición de renovación, aunque todavía falta alcanzar logros en renglones como: el mercado audiovisual, la mecánica de distribución, el marketing para recuperar la inversión y la recapitalización de la empresa productora. Pienso que los productores debemos ganar en autonomía y tener personalidad jurídica, posibilitando brindar servicios expeditos, sin contratiempos burocráticos.
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