¿Cómo influye el manga en el cómic cubano?
Por: Haziel Scull Suárez
El manga, expresión de la cultura popular japonesa por excelencia, en tanto estilo pictórico con características gráficas particulares e identificables, ha formado parte, desde hace poco más de un par de décadas, de la cultura de consumo cubana. Junto con él, y probablemente con mayor cantidad de fans, el anime (su versión audiovisual) es una de las formas más consumidas de la cultura de masas. El manga es, además, una forma de hacer cómic con códigos narrativos particulares, y esta característica, en Cuba, se logró fusionar muy bien al gusto general que existe en el país por hacer historietas. Algo que es excelente. En tal sentido estamos hablando de la globalización cultural y como esta logró en nuestro país no solo el consumo, sino la producción de mangas nacionales.
Sin embargo, no toda la producción nacional de cómic es coherente con el concepto de historieta, llegando incluso, debido al mal uso de los códigos narrativos, a realizarse de una forma que llega a ser incomprensible y errática. La influencia del manga, debido a que no se han encontrado maneras de digerirlo del todo, ha deformado a muchos creadores, sobre todo amateurs, con la falsa idea de que hacer manga es calcar el manga tal cual lo vemos en los originales nipones. Nos referimos a que generalmente, cuando vemos un cómic de alguno de estos muchachos que muchas veces tienen la mejor de las intenciones y deseos artísticos de desarrollarse en el 9no Arte, con el estilo gráfico que reconocemos como manga, encontramos tres errores comunes en su confección. Errores que de no eliminar provoca una sensación de desconocimiento y una nula profesionalidad.
Primeramente podemos mencionar que de manera general dibujan con un flujo de lectura de derecha a izquierda que desvirtúa totalmente el proceso de consumo por un público que es occidental y lee en sentido contrario. Este se constituye como un grave problema de diseño de página y de narrativa en general. Es muestra de un desconocimiento total de la función del cómic como parte de la cultura de masas, ya que tiende a lograr el desinterés debido al galimatías en que se convierte el cómic.
Notamos también la utilización de textos innecesarios que mencionan acciones que ya están narradas gráficamente en la viñeta. Y en este caso no estamos hablando de onomatopeyas, sino de acciones como respirar, caminar o sudar. Es este un grave error que no es, aunque pueda confundirse, redundancia narrativa, sino irrespeto total con el lector que, primeramente está viendo en la imagen que el personaje, por ejemplo, camina o llora. No hay necesidad alguna de ponerlo en texto.
Algo que es tan común como descontextualizado de la realidad nacional, es el nombrar a los personajes con pronombres honoríficos tradicionales y exclusivos de la cultura japonesa. Y este es, probablemente el que sea el error más recurrente en los cómics que vemos y entraña en sí mismo un peligro muy grande: provoca el distanciamiento entre autor y público. Cuando la obra está pensada para el lector cubano, occidental, hay que recordar que nosotros no estamos familiarizados de manera general con las categorías honorificas del Japón (los sama, san, kun, etc.), y estas se muestran demasiado lejanos de la realidad diaria nacional.
Muchas veces se ha intentado explicar que esto, lejos de hacer la obra más manga o más japonesa, la convierte en un desorden narrativo porque, sencillamente, no se entiende. El público y la población general japonesa tienen códigos que no son los que usamos los occidentales, entre los que nos contamos los cubanos. Reconocer en este listado errores propios y luego estudiar obras con códigos nuestros, es un muy buen primer paso para los autores noveles y que apuestan por el estilo manga en su gráfica. La cuestión no es que no se consuma manga, pues el él en sí mismo tiene mucho para entregar desde sus particulares maneras de expresarse, tanto desde lo gráfico como en lo narrativo y secuencial. El manga nos entrega una serie de elementos que bien utilizados y sobre todo contextualizado en la experiencia común cubana nos ayudaría a lograr una obra con una mejor factura. La clave está en consumir sin reproducir de manera literal. Leer todo tipo de cómic, si es que hay interés en hacer buenos trabajos, y aprender a separar el trigo de la paja.
Un ejemplo, que tal vez muchos hayan tenido el placer de leer, de un manga cubano[1] -con todas las maneras gráficas con las que identificamos al manga, quiero decir- es Independencia[2], dibujado por Oscar A. Lorenzo Calzado sobre un guion de Dayron R. Serpa Valcárcel. Ambos parten de la esencia del proyecto santiaguero Mangakure-San y supieron ficcionar una escena de la historia de Cuba, a la manera del shōnen [3] más común del universo manga. Si bien, sin intención de realizar un análisis profundo, es un intento bastante decoroso en cuanto a dibujo, narración y estilo; tiene algunas deudas aún con el diseño de las páginas, el entintado y la disposición de algunas escenas. No obstante se presenta como una manera de hacer algo que todos desean dibujar y, sobre todo, que se le publique.
La influencia del anime/manga va, esto es evidente, mucho más allá del cómic: proyectos de cosplay[4], vocaloid[5] y videojuegos. Y aunque en este artículo nos referimos a cómo puede ser nocivo la sobreexposición en el caso específico del cómic, en general existe
Tal vez muchos de esos fallos que aún se mantienen y ese idea de hacer historietas mangas de manera ortodoxa, a lo japonés, es lo que provoque la reticencia de muchas editoriales en publicar comic aún, cuando sabemos que tenemos autores con mucho potencial y calidad de trabajo.
[1] No obstante, existe una inmensa lista de historietas con estilo japonés que, siendo de autores europeos, incluso americanos, tienen la misma calidad que una producida en el país asiático. Pudieramos nombrar Polina, de Bastien Vivès; Tokio est mon jardín, del equipo formado por Benoît Peeters en el guion y Frédéric Boilet en el dibujo y Segunda venida, magistral cómic deAbel Alves y Juan Caminador.
[2] Editorial Oriente, Santiago de Cuba. 2018.
[3] Es una demografía de manga y anime, dirigida al público masculino joven. Su equivalente femenino es el shōjo. Los caracteres con los que se escribe el término shōnen significan literalmente joven, y los caracteres con los que se escribe manga significan cómic. Por lo tanto, la frase completa significa cómic de una persona joven, o simplemente cómic de chicos; el shōnen es la forma más popular de manga.
[4] Actividad representativa, donde los participantes, también llamados cosplayers, usan disfraces, accesorios y trajes que representan un personaje específico o una idea.
[5] Es un software de conversión de texto a voz desarrollado por Yamaha Corporation que permite al usuario sintetizar voces ingresando letras y melodías . Utiliza tecnología de voz sintética especialmente grabada con voces de actores o cantantes.
Sugerencia de lectura: Yo no me disfrazo, hago cosplay. Las nuevas tendencias en la cultura cubana
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