Néstor Jiménez. Entre el cine, la televisión y el teatro
Por: Valia Valdés
Néstor Jiménez cumple años este 25 de agosto y Cubanow felicita al actor que con paso firme ha participado en algunos de los más importantes hechos culturales de nuestro país.
Al hablar de cine cubano no se puede dejar de mencionar “Zafiros, locura azul”, dirigida por Manuel Herrera, en la que asumiste uno de los roles protagónicos, ¿cuál es la significación que en tu opinión reviste el filme?
Esa película, que ya tiene 25 años, sigue calando hondo en el gusto de los espectadores y continúa siendo recibida con el mismo entusiasmo con que fue acogida en su estreno. No solo tributa un homenaje al emblemático cuarteto sino también a una época musical brillante, reclamando la atención de la cinematografía nacional hacia una manifestación riquísima de la cultura cubana que ha sido insuficientemente abordada, la música.
¿En qué forma acometiste la interpretación de un personaje real en ese filme?
Considero importantes casi todos los personajes que he asumido en mi carrera y los intrascendentes los olvido. Al chino de “Zafiros” lo recuerdo con mucha satisfacción y su caracterización partió de la personalidad de Eduardo Elio Hernández Mora, mi personaje. A la filmación se nos acercaban personas con diversas anécdotas debido a que los vocalistas fueron muy conocidos en las calles de la capital porque vivieron en el barrio de Cayo Hueso. Siempre escuchamos a todos, seleccionando aquello que podía enriquecer nuestra actuación. Contamos con los testimonios de Miguel Ángel Cancio, integrante del cuarteto, quien nos habló sobre las características personales de cada uno y la forma en que se relacionaban entre sí. Luis Alberto García, Sirio Soto, Bárbaro Marín y yo asumimos ese trabajo con la convicción de que no podíamos fallar y que la película tenía que salir, de si o sí. Los cuatro actores debíamos lograr la credibilidad por igual, lo que nos impuso estudiar y ser responsables con el proyecto porque si nos equivocábamos, los espectadores no nos iban a perdonar. Nos preparamos juntos en los ensayos y el montaje del repertorio y las coreografías. Fue una suerte trabajar con artistas a los que considero monstruos de la actuación que, además, son mis amigos. Siempre enfatizo que es una película coral, participar en ella fue una enseñanza, una escuela.
Has integrado el staff de varios filmes entre los que se encuentran: Los pájaros tirándole a la escopeta, Operación Fangio, Hormigas en la Boca, La Emboscada, ¿qué otras obras resultan relevantes en tu experiencia cinematográfica?
Protagonicé dos películas de Alfredo Ureta: “El regreso” y “La Guarida del Topo”, ésta última filmada en 2011. “La Guarida del Topo” es una película intimista, muy personal, sobre un hombre que vive encerrado con sus propios miedos. Tener que ayudar a alguien se convierte en el punto de giro de la historia que llega a poner en peligro su propia vida.
Desde el 2004 integro el elenco de los 15 cortometrajes de ficción, escritos y dirigidos por Eduardo del Llano, donde interpreto a Rodríguez, contrafigura de Nicanor O’ Donnell, a cargo de Luis Alberto García. Ambos nos hemos tenido que caracterizar de las más variadas formas porque las historias y sus personajes cambian, sólo conservamos los nombres. Me satisface hablar de la realidad cubana desde el humor, en lo cual del Llano es muy certero. Cuando estrenamos el primer corto: “Monte Rush”, tanto Luis Alberto como yo dejamos de recibir propuestas por parte de la televisión aunque el proyecto, más tarde, recibió el apoyo del ICAIC.
“Regreso a Ítaca”, dirigida por Laurent Cantet resultó muy trascendente para mí porque se refirió al tema de la diáspora, conflicto en el que nos hemos visto involucrados todos los cubanos, si no personalmente, lo ha sido por un amigo o un familiar. Es un tema que continúa presente en nuestras telúricas vidas y deja tras sí muchas interrogantes, a las que tiene que responder Amadeo, mi personaje. Los actores que intervenimos nos sentimos involucrados en la historia por ser una vivencia compartida y llevar esos sentimientos a flor de piel.
Formas parte de un grupo de actores que se ha mantenido unido, colaborando en diversos proyectos, ¿cuál es el sentido de pertenencia que te une a ellos?
Pertenezco a la generación de los 80. Estudiamos en la ENA y desde jóvenes compartíamos los mismos sueños y anhelos. Siempre nos une alguna risa y recuerdos de juventud. Tuvimos muchas oportunidades profesionales, sentirlos cerca y trabajar juntos ha sido un privilegio.
Algunos de esos compañeros de generación integraron al igual que tú, el grupo de animadores del popular programa “Para Bailar”, ¿te inicias de esa manera en la televisión?
Sí. “Para bailar” fue un boom. El país se paralizaba los domingos para ver las competencias de baile y nosotros éramos los presentadores. Esa oportunidad significó entrar por la puerta ancha al medio artístico. Integrar ese equipo siendo tan joven me marcó al recibir el cariño del público y la notoriedad que da la TV. Años después he podido continuar mi labor como presentador en varias ediciones del Festival de Cine de Gibara donde, con la dirección artística de Renecito de la Cruz, Bárbaro Marín y yo hemos presentado conciertos y otras actividades culturales incluidas en el evento, el cual este año, a pesar de las afectaciones de la pandemia y las difíciles limitantes económicas, ha renacido.
Después de “Para Bailar” te estrenas en la televisión como actor, ¿puedes referirte a algunas de esas producciones?
Conocí y trabajé con algunos de los más prestigiosos directores, y participé en series policiacas como Día y Noche y otros variados espacios. Dediqué unos años al teatro y al cine y más recientemente he intervenido en telenovelas como: Diana, Vuelve a mirar y Tú, en la que interpreté un personaje que me ha valido algunas frases recriminatorias por parte de los espectadores. Las ignoro pues sé que no me las dicen a mí sino a Julio, el cual a mí mismo me resultaba detestable, abusivo e intolerante.
¿Qué aporta la televisión a tu labor profesional?
La televisión tiene un mecanismo que no para, tienes poco tiempo para prepararte por lo que debes valerte del oficio, procurando que el resultado llegue de forma expedita y con calidad. Exige ser sagaz para elegir tus reacciones sin perder de vista que tienes cámaras delante, por lo que debes economizar las expresiones faciales, un gesto o una mirada pueden resolver una situación dramática. Considero esencial buscar una relación armónica con la contraparte, de la que debes estar muy pendiente. Cada personaje es una nueva experiencia y exige su propia manera de enfrentarlo. Le debo mucho a la televisión, es un medio en el que algún día me gustaría dirigir.
¿Cómo resumirías tu vida en el teatro?
En el teatro tuve la maravillosa posibilidad de que, graduándome, comencé a trabajar en el Teatro Político Bertolt Brecht. Imagínate, salir de la escuela como un polluelo y ponerme los pantalones para intentar estar a la par con grandes figuras de la escena como: Luis Alberto García (padre), Mario Balmaseda, Samuel Claxton y René de la Cruz. Ellos me enseñaron a trabajar en el teatro, a respetar las tablas y a divertirme también, además de ser dirigido por Miriam Lezcano, en un momento en que La Habana tenía un movimiento teatral impresionante. Trabajábamos de martes a domingos, con descanso solo los lunes. Presentábamos dos o tres obras en varias salas de forma paralela y fueron momentos que viví intensamente.
Después estuve varios años alejado del teatro haciendo televisión, aunque mantenía el vínculo con Vital Teatro, dirigido por Alejandro Palomino. En los últimos 17 años ese nexo ha sido más estrecho. Vital Teatro es un colectivo que está celebrando sus 27 años y entre sus propuestas me encuentro en el montaje junto a Bárbaro Marín de la obra: “En un beso, la vida”, basado en la historia de los hermanos Orlando y Alberto Contreras. Disfruto mucho estar en ese colectivo por la manera inteligente en que Palomino, que es mi amigo en lo personal, logra combinar la seriedad del trabajo con la diversidad de energías que reúne en el elenco, lo cual es muy importante en el teatro.Me gusta el repertorio que elige y la paso muy bien junto a personas talentosas. Vital Teatro es como mi segunda casa.
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