A 44 años del Círculo de Interés Cinematográfico
Texto y Foto: Maya Quiroga
Corría el año 1978, memorable por la celebración en La Habana del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y en la Casa de la Cultura de Plaza, la emblemática institución ubicada en El Vedado, se fundó el “Círculo de Interés Cinematográfico”, atendido por el profesor Mario Piedra, especialista del Centro de Información del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).
Al Círculo asistían, los viernes alternos, adolescentes y jóvenes, incluso maduros aficionados al séptimo arte, de la capital y de provincias. Algunos de ellos posteriormente se convirtieron en reconocidas figuras vinculadas a la historia del cine revolucionario en la Mayor de las Antillas.
De esa época fundacional hoy permanecen en activo el actor y realizador Patricio Wood, los fotógrafos Rafael Solís y Rigoberto Senarega, y el reconocido cineasta Jorge Luis Sánchez. Precisamente ellos se reunieron en la institución, con motivo de la edición 30 del Festival Cine Plaza, para recordar el aniversario 44 del movimiento cine clubista gestado en torno a la Casa de Calzada y 8.
Patricio explicó que se habían comprado unas camaritas que vendían en la tienda El Arte, de la calle Galiano, en La Habana. Con las cámaras podían filmar, hacer stop motion, efectos e incluso editar en ellas. Y así fueron armando sus grupos de cine con la quimera de que un día devendrían en compañías cinematográficas. El adolescente nombró a la suya Cojímar Film, en alusión al lugar donde vivía entonces.
Mario Piedra llevó al rodaje del filme El Brigadista a una periodista de Somos Jóvenes. Ella vio al protagonista con una camarita en la mano. Luego, fue a entrevistarlo a Cojímar y publicó un artículo titulado «Filmar en tiempo libre».
En la sala teatro donde se reunían aquellos aficionados, Patricio mostró la camarita con que filmó algunas de sus obras desde mediados de los 70 hasta principios de los años 80. Luego proyectó su documental silente En mi cuadra (8 mm) concebido con la Cojímar Film.
“La importancia mayúscula que le veo a este lugar es que formó a un grupo de personas alrededor del cine. A partir del debate de ideas. Allí se debatían las películas al duro y sin guante. No había compasión. Solo se miraban los resultados. Esa es la formación que a nivel personal a mí me ha marcado toda la vida”, reconoce el director de El Benny.
El entonces líder del grupo independiente C.A.S.A, integrado además por Solís y Senarega, afirma que esos debates fueron vitales para el futuro profesional de quienes participaban en ellos.
“Eso evitó la frivolidad, sentirse el ombligo del mundo. Era un taller, aunque se llamaba Círculo de Interés Cinematográfico, en la única Casa de Cultura del país que creo lo tuvo en ese momento”.
Al respecto comentó Patricio: “Jorgito no tenía pena. A nosotros nos daba una pena tremenda cuando había que intervenir pero era admirable cómo él planteaba sus dudas, sus problemas y nos ayudó muchísimo siempre a la cultura del debate: una de las divisas que aprendimos aquí. Nos enseñó a no quedarnos callados nunca y a hablar sin temor. Sin quererlo se convirtió en un líder natural de ese movimiento importantísimo después en todo lo que ocurrió en la década de los 80”.
Solís se refirió a los cineclubes de apreciación: “No solamente nos centrábamos en la discusión de los temas o el análisis de lo que filmábamos nosotros. También se hablaba de lo más importante que se exhibía en los cines en esa temporada”, dijo.
En el coloquio se dedicaron unos minutos a recordar el aniversario 35 del largometraje Ecos, de Tomás Piard, rodado en 16 mm, y en blanco y negro. Senarega fue el director de fotografía de ese clásico del cine amateur.
“Piard me invita a hacer la fotografía de Ecos. Yo estaba en los Estudios Fílmicos de las FAR. Había creado el cine club Prisma y trabajábamos en 16 mm, una ventaja tecnológica. Reconocía mi obra como fotógrafo. Fueron como nueve meses de rodaje.
“En aquella época se filmaba con nuestros propios recursos. No había transporte de ninguna institución. Nos movimos para el viejo ingenio Triunvirato, en las cercanías de Matanzas, donde se filmó la historia de época, con toda la ambientación y casas de campaña en mochilas pero teníamos una formación de campistas, nos gustaba mucho la naturaleza y pasar las noches a la intemperie.
“Para mí, honestamente, fue una aventura muy bonita trabajar con Piard porque conocí al ser humano que había detrás de ese carácter, a veces difícil e impenetrable, porque no era de muchas palabras en lo personal pero en un debate hablaba demasiado. Sin embargo era una bella persona y muy noble. Aprendí a querer a Piard además de apreciar su arte. Entonces fui entendiendo su pensamiento y lo complací en todo porque era su fotógrafo. Fue una experiencia única, muy linda, que ya no se va a repetir, pero me sirvió como preparación para el corresponsal de guerra que sería después”.
A manera de colofón, Sánchez acotó:
“Somos el ejemplo de la constancia, de la pasión, de que el cine es sagrado. Por eso sufrimos. Somos hipersensibles con la desidia, con la falta de sensibilidad hacia el creador porque nosotros vinimos del cine mudo. Siempre se los digo a mis alumnos en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca)”.
El director del largometraje Buscando a Casal conminó al Comité Organizador del Cine Plaza a retomarlo no solo por su historia sino porque considera vital que los cineastas vuelvan a encontrarse y dialogar.
“Estamos perdidos. No sé quién está haciendo cine ahora. Hay una dispersión. Tiene que ver con la crisis económica porque el cine es una industria pero hacen falta eventos que acerquen esas distancias por el bien de todos. Lo que le ha dado rostro a la cultura cubana son las grades columnas como: la literatura, el cine, el música y no solamente lo comunitario”.
El Círculo de Interés Cinematográfico fue la génesis del Festival Cine Plaza, fundado, en 1984, por el director de cine y Televisión Tomás Piard así como de la Federación Nacional de Cine Clubes de Cuba, reconocida legalmente el 5 de mayo de 1985 en Santa Clara con el documentalista Santiago Álvarez como su primer presidente.
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