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Cauto Embarcadero en la piel

 Por: Valia Valdés

La concepción artística y educativa que inspiró el surgimiento del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos exigió la incorporación de participantes que hicieran posible romper la tradición del cine comercial para unirse de manera desprejuiciada a otras maneras de hacer y pensar la imagen.

En los años sesenta, junto a inquietos líderes que reunían alguna experiencia y estudios relacionados con el audiovisual y el teatro, el ICAIC atrajo a jóvenes que encontraron un camino propio a través de las distintas especialidades relacionadas con la pantalla. Una de ellos fue Magaly Pompa, muchacha de origen campesino que llegó a La Habana con un trozo de Cauto Embarcadero en la piel.

Magaly arribó a la capital a estudiar y cuando ingresó al ICAIC, en 1963, no tenía la menor idea sobre el mundo cinematográfico. Al sacudir sus recuerdos, menciona al profesor Rolando Zaragoza, de quien tomó los primeros conocimientos sobre maquillaje y peluquería y al profesor checoslovaco Vladimir Petrina, con el que continuaría su aprendizaje.

De esos maestros tomó un hábito que la acompaña hasta hoy, mantener silencio al maquillar y realizar su labor con meticulosidad. Gracias a Jorge Herrera, satisfizo la avidez por conocer más sobre las especialidades vinculadas a su quehacer, por lo que conoció sobre iluminación en el set y el tipo de lente utilizado en cada secuencia. Esos saberes le ayudaron a perfeccionar la calidad de su arte.

La recién elegida Premio Nacional de Cine considera indispensable un ambiente de concentración y paz en el espacio destinado al maquillaje, su especialidad favorita, aunque también domina la barbería y las distintas especializaciones de la peluquería. Uno de sus orgullos es no tener que repetir una escena por un error de su especialidad y comenta la necesidad de que en la sala donde labora, se combinen luces blancas y amarillas para lograr una imagen natural.

Entre otras técnicas, Magaly Pompa se refiere a las exigencias de envejecer o rejuvenecer al actor, las habilidades que demanda la manipulación del látex -proceso que no debe ser interrumpido bajo ninguna circunstancia-, lo esencial de una base bien puesta, el valor del retoque final y lo necesario de tomar las medidas correcta para hacer un bisoñé.

Magaly colaboró de forma continuada en numerosos títulos de Humberto Solás, director al que nunca consideró difícil pues sabía expresar lo que necesitaba del maquillaje y estaba dispuesto a escuchar si ella le trasmitía algún criterio concerniente al aspecto del personaje, siempre desde el respeto. Es así como su nombre aparece en numerosos filmes del cineasta y de otros que, como Manuel Octavio Gómez, insistían en tenerla en su equipo, tanto en producciones nacionales como foráneas.

Recuerda la especialista el apoyo de los productores para llevar a su única hija al set cuando las condiciones lo exigían, o el hecho de que, a pesar de los horarios nocturnos, las largas jornadas o los aguaceros que a veces la sorprendían en filmación, siempre pudo contar con la madre, una amiga o una vecina para cumplir a la par con la maternidad y con su condición de responsable de maquillaje.

Son muchos los nombres famosos con los que ha trabajado Magaly, rostros realzados gracias a sus brochas y pinceles, de los cuales es muy celosa. Recuerda a otras colegas, que, como ella, han participado en películas significativas: Maria Elena del Toro y Magdalena Álvarez, así como a tantos otros, esenciales a la hora de contar la historia del cine cubano. En su evocación están presentes Víctor Stuart en Pirotecnia, el iluminador Eloy Escalante y el productor Miguel Mendoza. Nombres, especialidades y títulos, imprescindibles al mencionar la obra producida por el ICAIC.

Magaly Pompa en el set.

A los 77 años y tras casi cincuenta filmes en los que se incluyen: “La Salación”, “Los días del agua”, “Tulipa” y “Lucía”, la Premio Nacional sigue prefiriendo el cine y ahora mismo se encuentra en la televisión como parte de la telenovela: “El derecho de soñar”, la cual combina época y actualidad, invitada por Alberto Luberta Martínez, a quien define como un caballero.

Magaly Pompa continúa dibujando rostros en busca de la belleza de cada personaje, de cada plano, porque también desde el maquillaje se cuenta la historia de la cinematografía en Cuba.

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