Digámosle hasta pronto
Por: Leydis Luisa Mitjans
¿Quién es -en presente- Jorge Oliver? ¿Cuánta gente puede reconocerlo por su nombre? ¿Cuánta gente podrá, incluso, reconocerlo a través de una foto? A Jorge, el hombre, lo envolvieron sus famosas historietas, sus ilustraciones, sus dibujos animados, su voz media ronca y sus críticas cinematográficas con matices irónicos y mordaces en el programa de televisión Cuadro a cuadro.
Jorge, el hombre, falleció este lunes en La Habana, a los 75 años de edad. Jorge, el creador, estará entre nosotros, al menos, hasta que quede el último superhéroe y el último fanático.
“El Padre del Capitán Plin y Rui la Pestex ya no estará entre nosotros… Ya no escucharemos su risa, sus cuentos y sus malas palabras, ya no disfrutaremos de sus dibujos en un trozo de papel cualquiera. Ya las reuniones se volverán más tediosas… Se nos fue el hombre, el hermano, el amigo, el trabajador incansable, sin dudas su definición más exacta. Sin embargo, queda su obra y eso cuenta”, se puede leer en un comunicado del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Dicen que a Jorge le gustaba llamarse así mismo el viejo y, ciertamente, la imagen en pantalla que una puede rememorar, las que han acompañado las notas y las palabras de despedida, son las de un señor de pelo blanco, delgado,bajito. Sin embargo, ni joven ni viejo, es un señor detenido en el espacio de una edad que no se adivinaba en la pantalla.
Era quizás, una parte del halo de su más famosa creación: El Capitán Plin y Rui la Pestex, que no envejecieron nunca, ni literal ni metafóricamente. Jorge fue, también, ilustrador de Chamaquili, personaje original de Alexis Díaz-Pimienta y de otros textos infantiles. Era imposible, entonces, que él envejeciera, porque nadie envejece estre animados y superhéroes.
En varias entrevistas explicó que el programa Cuadro a Cuadro, que acompañaba las noches de verano, fue una solicitud de Migdalia Calvo, una de las especialistas de la Redacción de Programas Cinematográficos del antiguo Instituto Cubano de Radio y Televisión, quien proponía realizar un ciclo de películas surgidas a partir de las historietas.
Así llegaron a las pantallas cubanas esos primeros “héroes” que ya las compañías famosas de la cinematografía habían gestado. El género, acompañado de “los comentarios” de Jorge respecto a la producción, le otorgaron al espacio un sello de identidad que muy pocas propuestas televisivas nacionales poseen.
Dixie Edith ha comentado en Cubadebate que “en apenas quince minutos de conversación con Jorge Oliver Medina, cualquier interlocutor corre el riesgo de morirse de la risa, aunque aborden temas bien serios. Y es que este cubano, que ha manejado casi todos los soportes de la comunicación de masas, tiene, definitivamente, don de gentes y podría muy bien encajar en aquello de ‘músico, poeta y loco’, si se hace del añejo adagio una interpretación tan irreverente e inquieta como la personalidad del hombre que la motiva… y se excluye lo de músico”.
¿Quién es -en presente- Jorge Oliver? ¿Cuánta gente puede reconocerlo por su nombre? ¿Cuánta gente podrá, incluso, reconocerlo a través de una foto? La verdad, son preguntas irrelevantes, porque a Jorge no le interesaban las rimbombancias del reconocimiento.
“Realmente le da igual cómo lo llamen o con qué lo asocien. Poco le importa si con el Capitán Plin, la revista Zunzún, con aquellos buenos años de El Caimán Barbudo, ni siquiera con Cuadro a Cuadro y las películas de superhéroes. Él se dice ‘un comunicador’, a secas, sin más apelativos o méritos profesionales que el consuelo de pensar que al menos hizo feliz a un niño”, ha dicho el periodista Darío Alejandro Alemán.
Como Dylan Thomas, la pelota que arrojamos cuando jugábamos en el parque aún no ha tocado el suelo; y en esa breve esperanza está la huella de las historias de Oliver, de su manera de contar, la forma que hoy adquiere en la memoria el recuerdo de quienes crecimos con él.
Digámosle hasta pronto.